Hoy comenzaré esta sucesión de cine del que quiero hablar (oscilando entre lo más o menos serio y lo decididamente Z), recuperando algunos títulos de mi filmoteca fantaterrorífica de los muchos, ya sean mejores o peores, que merecen un hueco en mi recuerdo y en mi corazón cinéfilo.
Hace unos cuantos años, la Filmoteca de Valencia dio un ciclo completo de Alfred Hitchcock, y comoquiera que gran parte de su filmografía ya la conocía sobradamente, quise centrarme en una película que fue la tercera que dirigió, aún dentro de la etapa muda, y sobre la cual en el fundamental libro Hitchcock según Truffaut (en el que el mago del suspense es entrevistado de forma distendida por el director francés sobre diferentes detalles y anécdotas relativas a toda su obra hasta aquel momento, a finales de los 60), él mismo se encargaba de afirmar que era éste uno de los títulos de los que estaba más orgulloso y que siempre quiso haberlo rehecho en sonoro, en color y con más medios, tal y como pasó con El hombre que sabía demasiado. No me sentí decepcionado con el resultado (y por cierto la proyección incluía pianista y todo, como era típico en los tiempos en que se estrenó).
Este film era El enemigo de las rubias, acertado título en español (antes este tipo de modificaciones del original lo eran bastante más que ahora) de The lodger.
El McGuffin (nombre que Hitch daba a la trama secundaria que justificaba aquello de lo que quería hablar realmente) es la presencia en Londres de un serial killer que solo asesina rubias los martes, y que deja en el lugar de los hechos una especie de triángulo como señal de sus crimenes.
Pero lo que de verdad se pretende es narrar la peripecia de una familia, compuesta por los padres y una hija (obviamente poseedora de ese color de pelo), que alquila por esos días una habitación a un inquilino forastero, al que todos los indicios que se van mostrando apuntan como principal sospechoso. Para colmo, la relación de la chica con su novio policía está en crisis y se va enamorando del misterioso personaje. Aunque no voy a revelar la conclusión, el final es feliz, contrariamente a lo deseado por el director, y por imposición de los productores, ya que el intérprete del huésped, Ivor Novello, era un actor de gran fama en Inglaterra en aquel momento, una especie de Rodolfo Valentino británico que también era cantante. Entonces no era aún vox populi su homosexualidad y afición a los psicotrópicos. Por cierto, este personaje real es incluido en la trama de ficción de Gosford Park (2001) de Robert Altman, interpretado por el actor Jeremy Northam.
El caso es que nos encontramos las constantes que luego serán habituales en el cine de Hitchcock, que por entonces aún no llegaba a los treinta años, pero ya mostraba cosas de su personalidad, muy influenciada por su madre dominante y con aficiones poco habituales para un joven de su edad, como aprenderse el horario de los trenes de toda Inglaterra (la presencia de ferrocarriles será algo habitual en su cine), su obsesión por cierto tipo de rubias, el juego inocente-culpable, el humor negro (las chicas se tiñen el pelo para no ser víctimas potenciales), o el aparecer como extra por primera vez, aunque en este caso por obligación.
Os dejo con un video de los primeros minutos de El enemigo de las rubias, comentaros que puede verse completa en Youtube, dividida en ocho partes, y en español.
Mientras escribo esta entrada me han llegado rumores de un posible remake, pero yo pienso que lo que nunca llegó a hacer Hitchcock, no tendría sentido que otro lo llevara a cabo.
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