lunes, 29 de diciembre de 2008
LA GUERRA DE LOS MUNDOS DE WELLS, SEGUN WELLES, 70 AÑOS DESPUES
N. del A.: Este artículo se publicó originalmente a principios de noviembre de 2008, de ahí que haya cierto desfase temporal en las fechas de las que se habla.
Durante estos días (aunque lleguemos con algo de retraso) se ha hecho alguna referencia en los medios (no demasiadas, dado que estos temas vinculados a la cultura y especialmente al género literario fantástico no interesan demasiado, salvo casos concretos) al 70º aniversario del programa de radio que Orson Welles, entonces precoz actor y director teatral y artista polifacético, hizo en la cadena norteamericana CBS en colaboración con su compañía Mercury Theatre, y que adaptaba la novela de H.G. Wells
La guerra de los mundos, uno de los varios y excelentes clásicos que este autor inglés dejó para la posteridad de la entonces naciente ciencia-ficción y seguramente la primera ocasión (si me equivoco disculpen) en el que se trata la hipótesis de un ataque a la Tierra (en realidad a Londres y localidades cercanas, no consta que lleguen mucho mas lejos, pero no les cuento nada por si no leyeron el libro y deciden hacerlo) por parte de inteligencias extraterrestres (marcianos en este caso).
En realidad, Wells, detrás de esta historia, esconde una presumible crítica al colonialismo e imperialismo mas feroz que habian ejercido países como el suyo, y que implicaba, al igual que pretendían estos invasores alienígenas, la anulación de otras culturas y pueblos conquistados, e incluso podía producir la extinción de civilizaciones enteras y especies animales o vegetales si se hacía un mal uso de ese poder. Por otro lado, pretendía mostrar que una persona cualquiera (por eso seguramente apenas se dan datos del protagonista de la historia, para que el lector se identifique con el narrador) cambia radicalmente cuando se presenta ante una situación límite.
Pero lo que quería comentar era que la sui generis adaptación radiada de Welles, por si alguien aún no conoce la historia, se presentó (aunque se advirtió al principio y al final que era una ficción, y además dicha emisión duró menos de una hora) como un informativo de sucesos reales, con cronistas enviados al lugar donde habían aterrizado (mas bien caído) las naves cilíndricas utilizadas por los marcianos, efectos especiales... provocando, supuestamente, la histeria colectiva en millones de personas. Conviene recordar que el final de la novela, que no voy a desvelar, es relativamente feliz (pese a evocar el dramatismo de alguno de los hechos narrados y la moraleja referida antes), y ese hecho se respetó en la radio, con lo cual hay que pensar que la gente solo escuchó medio programa.
Y cuando me refiero a que supuestamente se provocó esa histeria, es porque hoy día se ha llegado a la conclusión que ese pretendido caos generado en millones de oyentes no fue ni mucho menos así, y que solo unas cuantas personas creyeron la veracidad de lo expuesto. Es decir, que no hubo éxodo masivo de las grandes ciudades ni nada por el estilo; en todo caso en las zonas rurales, mas incomunicadas, es donde pudo cundir una cierta inquietud.
No obstante, a lo largo de las décadas siguientes, en países como Ecuador, México o Portugal se hicieron adaptaciones propias siguiendo la pista de lo realizado por Welles, con reacciones adversas en la población que originaron consecuencias mas dramáticas y reales; sin embargo, estos hechos apenas han trascendido a nivel público, al contrario de lo de 1938, convertido en auténtica leyenda urbana.
A grandes rasgos, recordaremos dos adaptaciones cinematográficas, la realizada en 1953 por Byron Haskin, con buenos resultados y unos efectos especiales estimables que se llevaron el Oscar, pero muy alejada del texto de Wells, y situada en el contexto de la Guerra Fría que dio lugar a una época dorada de la Ciencia-Ficción y la Serie B (de ese mismo año es Invasores de Marte, de William Cameron Menzies); y está muy reciente la de Spielberg en 2005, que aunque recupera algunos elementos de la novela, sigue estando alejada y además se sitúa en el momento actual (me parece mas interesante la ambientación original en torno a 1900, en un mundo que empezaba a abrirse a la tecnología y donde no había aviones, combatiendo los ingenios marcianos con fuego de artillería y avanzando elementos como la guerra bacteriológica, en ambos sentidos).
También hubo, a finales de los 70, una curiosa adaptación musical de Jeff Wayne, en forma de doble LP que intercalaba narración y diálogos (tuvo versión española), con las canciones interpretadas por Justin Hayward de The Moody Blues; un gran éxito en su momento y que desgraciadamente amenaza con ser recuperado y encima convertido en musical.
Junto a ello, el variado filón de secuelas generadas por la novela incluye desde varios cómics a obras mas desconocidas como Sherlock Holmes’War of the worlds, escrita por Manly y Wade Wellman en 1975, que sitúan al popular detective en el contexto de La Guerra de los mundos.
Diferentes cadenas radiaron el 30 de octubre un programa conmemorativo de esta emisión, adaptándola al español con voces conocidas de nuestras ondas, pero como decía antes, no ha habido demasiado interés en promocionar este hecho. Así que para los interesados, dejo este enlace
a la página de The Mercury Theatre on the air que permite acceder a descargarse o escuchar la emisión original de la CBS.
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lunes, 22 de diciembre de 2008
SOBREVIVIENDO A LA NAVIDAD
Vuelvo tras un pequeño intervalo sin publicar (aunque es bastante probable que a partir de ahora mis artículos en esta página se espacien más), y, pese a que las fiestas navideñas no sean mis fechas preferidas (más bien al contrario) del calendario (y cada año menos, este en especial), si que había pensado hacer referencia a algunos films del género relacionados de algún modo con ello.
Algo muy difícil si tenemos en cuenta que en estos días, y desde tiempo inmemorial, suelen primar las producciones taquilleras y para un público familiar, y los argumentos bienintencionados. Por cierto, ahora que hablo de estrenos en estos momentos del año, ¿Cómo puede gustarle a uno la Navidad si se aprovecha para estrenar un remake tan innecesario y fallido como Ultimátum a la Tierra, cargándose la obra maestra de Robert Wise en 1951 (de algunas películas no se deberían permitir nuevas versiones) y además, de forma totalmente oportunista en cuanto al argumento?.
Y una vez hecho este inciso, me vienen a la mente al respecto, por ejemplo, las fechas en que se sitúa la acción de Gremlins (1983), o Pesadilla antes de Navidad (1993), de un Tim Burton más inspirado que en los últimos años (¿estuvo este hombre inspirado alguna vez, en realidad?), el episodio And all through the house de Cuentos de ultratumba (1972), ya comentada al hablar de los films británicos de episodios de la productora Amicus y que se revisó en la posterior serie televisiva americana Tales from the crypt, basada en los mismos cómics), e incluso Inocentada sangrienta (1986), un slasher que acaba convertido en parodia de los mismos, pero cuyo título original es April fool's day, porque en el mundo anglosajón el día de los Inocentes, efectivamente, es en temporada primaveral.
Pero, sobre todo, Navidades Negras (1974), producción canadiense dirigida por Bob Clark, al que por cierto, ya es la tercera vez que menciono aquí (lo hice con la interesante Asesinato por decreto, al tratar el tema Sherlock Holmes y posteriormente con Children shouldn't play with dead things), y que fue pionera de los slashers, anticipándose a Viernes 13 o Halloween, sin que mucha gente sea consciente de ello.
El tema es que hace un par de años se hizo una nueva versión, manteniendo el título pero no tanto el argumento, y que pasó por cierto relativamente desapercibida, mereciendo mejor suerte dentro de lo que cabe. Y lo lamento especialmente por el protagonismo en ella de una de mis chicas favoritas de los últimos tiempos, Mary Elizabeth Winstead, la cual va bien encaminada para convertirse en una scream queen (Destino final 3, Death proof o esta misma son algunos ejemplos).
Como ahora mismo esto es lo más acorde a la temática que se me ha ocurrido por Navidad (mucho peores son seguramente cualquiera de los programas especiales que invaden la TV por estas fechas), aprovecho, pese a todo, para darles la felicitación de rigor, ya que dudo que Fan-cine fantaterrorífico retorne antes de 2009; eso si, lo hará con ilusiones renovadas y muchas reseñas de interés (como las publicadas hasta ahora, espero).
Algo muy difícil si tenemos en cuenta que en estos días, y desde tiempo inmemorial, suelen primar las producciones taquilleras y para un público familiar, y los argumentos bienintencionados. Por cierto, ahora que hablo de estrenos en estos momentos del año, ¿Cómo puede gustarle a uno la Navidad si se aprovecha para estrenar un remake tan innecesario y fallido como Ultimátum a la Tierra, cargándose la obra maestra de Robert Wise en 1951 (de algunas películas no se deberían permitir nuevas versiones) y además, de forma totalmente oportunista en cuanto al argumento?.
Y una vez hecho este inciso, me vienen a la mente al respecto, por ejemplo, las fechas en que se sitúa la acción de Gremlins (1983), o Pesadilla antes de Navidad (1993), de un Tim Burton más inspirado que en los últimos años (¿estuvo este hombre inspirado alguna vez, en realidad?), el episodio And all through the house de Cuentos de ultratumba (1972), ya comentada al hablar de los films británicos de episodios de la productora Amicus y que se revisó en la posterior serie televisiva americana Tales from the crypt, basada en los mismos cómics), e incluso Inocentada sangrienta (1986), un slasher que acaba convertido en parodia de los mismos, pero cuyo título original es April fool's day, porque en el mundo anglosajón el día de los Inocentes, efectivamente, es en temporada primaveral.
Pero, sobre todo, Navidades Negras (1974), producción canadiense dirigida por Bob Clark, al que por cierto, ya es la tercera vez que menciono aquí (lo hice con la interesante Asesinato por decreto, al tratar el tema Sherlock Holmes y posteriormente con Children shouldn't play with dead things), y que fue pionera de los slashers, anticipándose a Viernes 13 o Halloween, sin que mucha gente sea consciente de ello.
El tema es que hace un par de años se hizo una nueva versión, manteniendo el título pero no tanto el argumento, y que pasó por cierto relativamente desapercibida, mereciendo mejor suerte dentro de lo que cabe. Y lo lamento especialmente por el protagonismo en ella de una de mis chicas favoritas de los últimos tiempos, Mary Elizabeth Winstead, la cual va bien encaminada para convertirse en una scream queen (Destino final 3, Death proof o esta misma son algunos ejemplos).
Como ahora mismo esto es lo más acorde a la temática que se me ha ocurrido por Navidad (mucho peores son seguramente cualquiera de los programas especiales que invaden la TV por estas fechas), aprovecho, pese a todo, para darles la felicitación de rigor, ya que dudo que Fan-cine fantaterrorífico retorne antes de 2009; eso si, lo hará con ilusiones renovadas y muchas reseñas de interés (como las publicadas hasta ahora, espero).
lunes, 17 de noviembre de 2008
LOS MUNDOS ANIMADOS DE RALPH BAKSHI
Ralph Bakshi ha sido uno de los autores que, desde un comienzo, intentó renovar la producción de cine animado norteamericano, teniendo en cuenta, además, que sus primeros trabajos coincidieron con la crisis que experimentó el género a partir de la segunda mitad de los 60.
Nacido en Palestina en 1938, cuando este territorio estaba bajo dominio británico, se trasladó de muy pequeño a New York con su famila, huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Una vez graduado en la Escuela de Arte, comenzó rapidamente a trabajar en el mundo de los dibujos animados, coloreando personajes del popular estudio de animación TerryToons, entre ellos el famoso Super Ratón (Mighty Mouse), en la que fue la última y decadente etapa de estas producciones.
No obstante, el trabajo de Bakshi destacó tanto que la Paramount le contrató para encargarse de varios films de animación, como dibujante y director. En concreto dos cortos, Marvin digs y Mini Squirts, a partir de 1967, y el largo Fritz the cat en 1972, basado en los cómics de uno de los iconos underground, Robert Crumb, y seguramente uno de los primeros intentos, o el primero, de dibujos animados para adultos (llegó a obtener la calificación X en su momento, quizá por tratarse de un film de animación, pero lo considero exagerado). De cualquier forma, aunque Fritz... tuvo cierto éxito, Crumb renegó de la adaptación cinematográfica de su personaje (que incluso tuvo alguna secuela, ya sin la presencia de Bakshi), hasta el punto de dejar de dibujar al popular felino.
El éxito permitio a Bakshi realizar al año siguiente Heavy traffic, lo que supuso un cambio de registro también por el hecho de que, como haría posteriormente en El Señor de los Anillos, mezclaba imagen real con dibujos y la vieja técnica del rotoscopio, que consiste en dibujar sobre actores de carne y hueso filmados previamente. Este es el trailer.
Después siguieron un par de títulos menores, Streets fights y Wizards, para acometer el gran proyecto (coincidiendo con un renovado interés por la obra en aquel momento y una adaptación animada reciente de El Hobbit para TV), inicialmente previsto en dos partes, de The Lord of the rings, una adaptación que tenía en mente el director británico John Boorman en un solo film (!) y con personajes reales, pero este no llegó a un acuerdo con el propietario de los derechos, el productor Saul Zaentz.
La verdad es que se habló mucho de este film cuando se estrenaron las películas de Jackson, y no puedo añadir mas, pues daría para otro artículo. Hay una gran división entre los detractores y defensores. En todo caso, creo que sus defectos vienen de la innecesaria mezcla de animaciones, que a veces resulta arcaica y tosca para 1978, del problema de comprimir libro y medio en una película de dos horas (lo que hace que la acción vaya a salto de mata y todo ocurra de forma muy rápida y esquemática, complicando las cosas a los que no hayan leído el libro) y la caracterización de algunos personajes claves del libro resulta discutible.
En el haber me gustaría mencionar que Peter Jackson, que afirma desconocer la adaptación de Bakshi, creo que miente, pues se inspira descaradamente en ella en muchos momentos, como en el aspecto de los jinetes negros (no en el de los Hobbits, más fiel en la animación), en la utilización de un prólogo introductorio o en la supresión de los mismos pasajes del texto en ambos casos. Hay que destacar también de la versión de Bakshi la fidelidad a la novela y lo impactante de algunas secuencias.
El Señor de los Anillos resultó un fracaso mas relativo que real, ya que tuvo cierto éxito, pero los productores esperaban un impacto mucho mayor, en atención a la inversión realizada. Así que El Retorno del Rey acabó adaptándose dos años después con los mismos productores, pero en las manos de Jules Bass y Harry Rankin, comenzando la trama donde había acabado la anterior y enfocando el argumento a un público infantil, que la deja como una curiosidad casi desconocida incluso para los seguidores de Tolkien.
Despues de esto llegó otro titulo destacable aunque a nivel minoritario, American Pop, en 1981, que narraba la evolución de varias generaciones de una familia de músicos, y que incluía en la banda sonora temas que iban, entre otros, de Gershwin a Herbie Hancock, Bob Dylan, Jimi Hendrix, The Velvet Underground o The Doors.
Posteriormente, con Tygra, hielo y fuego (1983) trataba de seguir la pista perdida de El Señor de los Anillos, mezclada con la épica de cómics como Conan (de hecho, se hizo en colaboración con el dibujante Frank Frazetta, autor de numerosas viñetas fantásticas), en la que un héroe debe salvar a una princesa de un malvado que puede dominar el hielo.
A mi juicio, Tygra... supuso el canto de cisne del mejor Bakshi, ya que se enfrascó en una serie de productos menores, y el fracaso de Cool World (1991), planteada como una especie de versión adulta de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who framed Rogger Rabbit, dirigida por Robert Zemeckis en 1988) y que no funcionó comercialmente ni artisticamente, relegó de forma definitiva al dibujante y realizador a un segundo plano.
Durante los últimos años, Bakshi ha seguido haciendo algunas cosas poco relevantes, como guionista y productor para la cadena HBO, pero valga este texto para reivindicar parte de la obra de este autor, que sin ser un Miyazaki, merece una cierta reivindicación de sus creaciones, todo lo contrario de lo que ocurre.
sábado, 8 de noviembre de 2008
ALMAS DE METAL (1973)
Estos últimos días nos ha sorprendido la noticia del fallecimiento de Michael Crichton (1942-2008), doctor en medicina, escritor, guionista y director de cine. Y como pensaba dedicarle antes o después un espacio a esta película, he pensado que era una buena idea hacerlo ahora, a modo de recordatorio de su creador.
Si bien la trayectoria de Crichton se ha movido casi siempre en todas sus facetas en ámbitos multitudinarios (es autor de las novelas, y en la mayoría de casos, también del guión, de La amenaza de Andrómeda, El Hombre Terminal, El gran asalto al tren, Esfera, Congo, Twister, El guerrero nº 13, Parque Jurásico o Sol Naciente, y director de películas como la que hoy nos ocupa o Coma) los resultados a nivel cualitativo no han sido, en la mayoria de los casos, brillantes.
Sin embargo, creo que Westworld (título original del film que comento) puede ser una excepción, pues sin ser una obra maestra y habiendo perdido algo con los años, me parece un producto recuperable e interesante, precedente claro de impactantes éxitos de la ciencia ficción ochentera, como la saga Terminator e incluso otra entretenida película dirigida por el propio Crichton, Runaway brigada especial (1984) con Tom Selleck y un divertido Gene Simmons, miembro del grupo Kiss, haciendo de malvado.
En Almas de metal, encontramos en cierto modo un precedente de lo que luego veremos en la saga jurásica, ya que la acción se sitúa en una especie de parque temático (en época futura, creo recordar, pese a las arcaicas pantallas monocromáticas de los ordenadores que se utilizan, que además funcionan con cinta) en la que se representan 3 etapas históricas: Imperio Romano, Edad Media y el Oeste Americano (¿es casual que sean los momentos mas representados por la industria de Hollywood?, ¿tal vez una metáfora de Crichton?), poblados por robots idénticos a los humanos, excepto un defecto en las manos que los diferencia.
Estos cyborgs están programados para obedecer en todo a los humanos; por ejemplo, en la zona del Western se programan incluso duelos con revólveres, donde la principal atracción es un autómata conocido como El Pistolero (interpretado por un excelente Yul Brynner, en una de sus pocas incursiones en el género fantástico), y en el que las personas siempre deben ganar.
Pero a lo largo de la película vamos comprobando que no es oro todo lo que reluce: poco a poco se van produciendo pequeños fallos donde todo se suponía que era perfecto, y los robots empiezan a rebelarse. En un duelo en la zona medieval, un visitante resulta muerto, y tras ello, los técnicos deciden cortar el suministro.
Entretanto, los dos protagonistas, interpretados por el posteriormente director Richard Benjamin y por James Brolin, son ajenos a lo que ocurre, ya que han tenido una pelea y se han emborrachado. Al despertar, el personaje de Brolin, que desconoce el cambio producido, reta a un duelo al Pistolero, con las fatales lógicas consecuencias, y a partir de ahí se produce una persecución al amigo superviviente a través del parque desierto, lleno de cadáveres de visitantes y robots desconectados, en la que el cyborg se muestra incansable y casi invulnerable.
Aún con sus defectos, se trata seguramente de uno de los mayores aciertos de Crichton, tanto en el texto como detrás de la cámara, y dio lugar a una secuela, Almas de Metal 2 (Futureworld, 1976) dirigida por Richard T. Heffron y sin Crichton tampoco en el guión, manteniendo diferencias argumentales con la original, pese a transcurrir en el mismo y ahora reconstruido parque y contar con una pequeña aparición de Brynner, resultando esta segunda parte un producto curioso (con la presencia de Peter Fonda, por ejemplo) pero con un corte casi telefílmico, y tan intrascendente como olvidable (y olvidada).
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viernes, 31 de octubre de 2008
AMICUS FILMS O EL CINE BRITANICO DE EPISODIOS EN LOS 60 Y 70
Durante los años 60, los norteamericanos Milton Subotsky y Max J. Rosenberg crearon en Inglaterra la productora Amicus Films, que se especializaría en cine fantaterrorifico, un género con el que ambos fundadores ya habían tenido contacto en su país de origen.
La principal característica de la Amicus, y aquello por lo que más se la recuerda hoy día, son las películas de episodios (de hecho, su primera creación ya iba en esa dirección y fue tal vez la mejor de ellas, Doctor Terror, dirigida por Freddie Francis en 1965), convirtiéndose en la competencia directa de la Hammer y llegando a contar con alguno de los actores y directores mas representativos de esa factoría británica, como el propio Peter Cushing, que ya protagonizó la anteriormente citada y repetiría en varias más de las que ahora vamos a hablar.
Pese a lo dicho, esta compañía también produjo varios ejemplos de películas de una sola pieza, aunque con resultados irregulares, como La carrera de la muerte (Gordon Hessler, 1969) o La bestia debe morir (Paul Annett, 1974). Por otro lado, también hay que destacar que se encargó de llevar a la pantalla grande por primera vez a la popular y más longeva serie de la ciencia ficción britanica, Doctor Who (que incluso ha generado spin-offs como Torchwood), en Dr. Who and The Daleks (1965) y Daleks - Invasion Earth 2150 AD (1966), ambas de Gordon Flemyng y de nuevo con Cushing como protagonista, siendo los únicos largometrajes basados en el personaje que se realizarían hasta muchos años después (con algunos problemas de producción, ya que el nombre de Amicus debió ser eliminado en una de ellas a solicitud de la compañía asociada, British Lion, debiendo crear la filial Aarus films).
Si me permiten un inciso para la reflexión, esto nos trae a la mente la habitual retroalimentación TV-Cine y más en un género como este, ya que algunas de las películas de las que vamos a hablar inspiraron seguramente posteriores producciones inglesas para la pequeña pantalla como Tensión (con guiones en algunos episodios de Robert Bloch, autor por ejemplo de Psicosis o de varios episodios de la serie Alfred Hitchcock presenta, y que escribió el libreto tambíén, además de otros largos de la Amicus, de The torture garden, la película que siguió, tres años después, la estela de Doctor Terror, o de The house that dripped blood y Asylum, en las que ahora profundizaremos), La casa del terror (Hammer House of horror) o Misterio (Hammer House of mystery & suspense), a las que dedicamos un buen espacio en su momento, y donde algunos de sus capítulos beben directamente en las fuentes de estas películas.
No podemos obviar el precedente de una serie televisiva como Viaje a lo desconocido, producida por la oponente Hammer que seguía la pista en las islas de la americana The twilight zone, de Rod Serling, con guiones en muchos casos de Richard Matheson.
Dando marcha atrás en el tiempo, los antecedentes más claros en el cine británico los podemos encontrar en una producción clásica de la Ealing como Al morir la noche (Dead of night, 1945), en la que prácticamente por primera vez, nos encontramos con una película de este tipo.
Hay una trama común, en este caso unos personajes que son reunidos en un caserón, donde deben contar cada uno de ellos una narración de corte sobrenatural, que constituyen los diferentes episodios en que se divide el film. Para terminar, como ocurrirá de forma habitual en todas estas producciones, se vuelve a la historia inicial, que sirve de nexo común, y, al igual que aquí, normalmente con una sorpresa final. La diferencia podemos hallarla en que en Dead of night se contó hasta con cuatro realizadores (Basil Dearden, Charles Crichton -que dirigió mucho después Un pez llamado Wanda-, Alberto Cavalcanti y Robert Hamer, eficaces profesionales pero no brillantes), mientras que de los productos Amicus se encargó un solo director. Por otro lado, Al morir la noche ha perdido la capacidad de sorpresa que tuvo en su momento, sobre todo para el aficionado al género, no obstante, por su condición de pionera y sobre todo por sus dos últimos relatos sigue siendo una película a tener muy en cuenta.
Volviendo al presente que nos ocupa, tras comenzar el subgénero con las mencionadas Doctor Terror y The torture garden, es en los 70 cuando se produce el apogeo de este estilo.
Estas fueron las producciones Amicus de episodios en esa década:
La mansión de los crímenes/ The house that dripped blood (1971): Como dijimos, cuenta con guión de Robert Bloch, pero la dirección del discreto Peter Duffell impide mejores resultados. Pese a todo, es un film correcto aunque, como todas estas películas, hay relatos con mejor nivel que otros, lo que a veces lleva a cierta irregularidad.
En el reparto, nos encontramos con habituales de estos films, como el inevitable Cushing, Christopher Lee o Denholm Elliott.
El escenario común es una investigación realizada en una vieja mansión acerca de unas desapariciones. En el primer episodio, Method for murder, un escritor imagina el personaje de un estrangulador que acaba existiendo en la vida real. En Waxworks, un hombre halla en un museo de cera una figura que se parece mucho a una mujer que amó en el pasado. El propietario de la exposición es en realidad un psicópata. En Sweets to the sweet, un padre tiene una hija problemática, y su nueva institutriz descubre que esto es debido a su afición al vudú, especialmente a un muñequito que es exactamente igual a su progenitor. The cloak trata sobre un actor que debe interpretar a un vampiro. Lo que no sabe es que la capa que ha comprado para llevar a cabo de su papel perteneció a un chupasangres auténtico, y empieza a notar cambios en su comportamiento. Tal vez esta sea la mejor de las historias.
Refugio macabro/Asylum (1972): De nuevo con guión de Bloch a partir de relatos suyos, esta vez la dirección corresponde a Roy Ward Baker, un artesano habitual de muchas producciones Hammer (especialmente la excelente ¿Que sucedió entonces? en 1967, y algunas del subgénero vampírico) y de numerosos trabajos para la TV. Una vez más, tenemos a Cushing como protagonista, esta vez acompañado de Herbert Lom, Patrick Magee, Britt Ekland, Charlotte Rampling o Barbara Parkins. El hilo conductor son las historias que cuentan un grupo de pacientes de un psiquiátrico al aspirante a suceder al antiguo director, el cual se encuentra camuflado entre estos narradores, teniendo que adivinar el sustituto su identidad para conseguir su plaza.
Los episodios son:
Miedo helado: Un marido infiel asesina a su mujer tras acordarlo con su amante, la descuartiza y guarda los trozos de su cuerpo en el congelador que le acababa de regalar. Pero las diferentes partes de su esposa cobran vida y empiezan a aparecer por la casa moviéndose dentro de su envoltorio.
El Sastre: Un hombre recibe el encargo de confeccionar un traje con una tela muy extraña, y de hacerlo sólo a determinadas horas, determinadas por la astrología.
Lucy viene para quedarse: Una mujer, tras pasar por crisis nerviosas, visita a su hermano, el cual le asigna una enfermera debido a su situación, cosa que a ella le molesta. Mientras, una amiga le informa que quieren deshacerse de ella.
Los muñecos del horror: Un neurocirujano, encerrado en el sanatorio mental, se ha especializado durante su estancia en crear maniquís a imagen y semejanza de sus colegas de profesión. Acaba haciendo uno igual a él, al que cree que puede dar vida con el poder de su mente y utilizarlo con fines vengativos.
Como suele ocurrir, la última historia quizá sea la mejor, lo que deja, por regla general, buen sabor de boca tras visionar estos films. Pero además, Refugio macabro puede ser la más acertada cualitativamente de todas las expuestas, pese a que las diferencias entre todas ellas no las considero sustanciales.
Condenados de ultratumba/ Tales from the crypt (1972): Aquí, Subotsky y Rosenberg pasan a adaptar los viejos comics terroríficos de la EC en los años 50, creados por Gaines y Feldstein, con todo lo que ello conlleva, ya que la presencia del humor negro se refuerza. Y además aciertan, pues con Tales... consiguen su mayor recaudación.
El encargado de la dirección es Freddie Francis, que repite tras Doctor Terror. El nexo común son unos personajes que llegan, siguiendo una guía turística, a una cripta donde el guardián (interpretado por el veterano Ralph Richardson, al que se añaden otra vez Cushing y Magee, más Joan Collins o Nigel Patrick, entre otros) les cuenta una serie de historias.
En And all through the house, una mujer desea asesinar a su marido la noche de Navidad. Al mismo tiempo, un psicópata disfrazado de Papa Noel se acaba de fugar. En Reflection of death, tal vez el mejor de todos los capítulos y donde se utiliza acertadamente el recurso de la cámara subjetiva, como en La Senda Tenebrosa (Delmer Daves, 1947), seguimos a una persona que ha sufrido un accidente de coche al abandonar a su esposa. Supuestamente recuperado del mismo, al intentar volver a su vida cotidiana nota cambios y extrañas reacciones en las personas con las que se va encontrando, incluidos sus allegados, motivados por algo que sabremos al final. En Poetic Justice, unos vecinos hacen la vida imposible a un anciano para que les venda su propiedad, provocando su suicidio. Wish you were here es una revisión de La pata de mono, famoso cuento de W.W. Jacobs. Por último, en Blind Alley los internos de un asilo para ciegos se vengan del maltrato de su nuevo intendente.
Francis, director no muy bien valorado, realiza un trabajo correcto en líneas generales, sin llegar al nivel de su anterior colaboración con la Amicus.
Cuentos de ultratumba/From beyond the grave (1973): En este caso el punto de partida son unos relatos de R. Chetwynd-Hayes, y el director encargado es el tan discreto como prolífico Kevin Connor, entregado desde hace mucho al medio televisivo de forma casi exclusiva.
El nexo común aquí es una tienda de antigüedades (cuyo propietario es ¿adivinan quien?, exacto: Peter Cushing) y cuatro objetos de la misma que obtienen unos clientes, pero de forma irregular, lo que dará pie a las consiguientes historias:
The gate crasher: Edward compra un antiguo espejo a menor precio del real, engañando al vendedor. Tras realizar una sesión de espiritismo con él, en la que se ve trasladado en el espacio y el tiempo, una noche le llaman desde dentro del espejo. Se trata de alguien no humano que habita en el interior del mismo, y deberá alimentarlo con la sangre de victimas de sus asesinatos.
An act of kindness: Christopher, un oficinista aburrido de su vida, traba amistad con un ex-militar que vende cerillas en la calle; para hacerse pasar por soldado, roba una medalla de la tienda. Esto le permite conocer a la hija del ex-combatiente y pensará en deshacerse de su esposa con ayuda de ella.
The elemental: Un hombre compra una cajita cambiándole el precio para pagar menos. En el viaje de regreso, coincide con una vidente en el tren, que afirma que el objeto comprado contiene un elemental, extraño ser que solo ella puede ver. Pero además le informa que este es de los malos, lo que puede poner en peligro su vida y la de su esposa.
The door: Un hombre compra una puerta carísima y al instalarla en su casa comprueba con sorpresa que, a través de ella, accede a una extraña estancia que contiene un libro y el cuadro de un caballero. Pero descubre que alguien habita ese lugar.
Junto a Cushing, figuran en el reparto David Warner, Donald Pleasence o Lesley-Anne Down.
La bóveda de los horrores/The vault of horror (1973): Nuevamente basándose en comics de la EC y otra vez con Roy Ward Baker en la dirección, llega la última producción Amicus de estas características y tal vez la menos interesante. De hecho, William Gaines, responsable de la editorial de comic books, rompió un contrato que tenía con la Amicus (en el cual habían acordado nuevos films inspirados en sus viñetas), disgustado por como había quedado la película.
Cinco personajes atrapados en un sótano dan pie a los episodios de turno: En el primero, Midnight mess, un hombre asesina a su hermana para quedarse con una herencia y después entra a un restaurante para celebrarlo. En The neat job, unos recién casados se instalan en su nueva casa y el marido se enfada porque cree que su esposa le cambia los objetos de lugar. En el tercero, This trick'll kill you, un mago asesina a una mujer para hacerse con una soga mágica de la India. Seguidamente, en el fragmento titulado Bargain in death, un hombre simula su muerte para cobrar el seguro, pero su falso cadáver es hallado por unos estudiantes de Medicina, que pretenden experimentar con él. Y en el quinto y último, Drawn and quartered, un pintor se venga de sus representantes pintando cuadros de ellos que, al ser destruidos, provocan también su muerte.
Sin Cushing esta vez, repite Denholm Elliott, que ya aparecía en La mansión de los crímenes, junto a Curd Jurgens o Dawn Addams.
En 1977 desapareció oficialmente la Amicus, pero Subotsky aún tuvo tiempo de crear la Sword and Sorcery Productions, que realizó un par de films en esta línea, The uncanny (Dennis Heroux, 1977) y El Club de los monstruos (The monster club), dirigida por Roy Ward Baker en 1980, y basada nuevamente en relatos de Chetwynd Hayes, que aparece además como personaje, interpretado por John Carradine, siendo mordido por un vampiro (Vincent Price), que al conocer su identidad le lleva a dicho club donde se le narran unas historias, destacando especialmente la tercera, Humgoo story, la única estrictamente terrorífica ya que el resto tiene un tono más bien paródico (De hecho, aparece un personaje llamado Lintom Busotsky, presentado como un "vampiro productor cinematográfico"). Pero, pese a ello y a los actores protagonistas, la película se pierde en su corte casi telefílmico y en unos números humorísticos y musicales (aparecen grupos como los Pretty Things y creo recordar que unos primerizos UB 40), quizá concesión a un público joven, que la dejan como una curiosidad inferior a sus precedentes.
Si bien Dan Curtis, especialista del terror de serie B y televisivo en los USA, ya había hecho algo similar en los años dorados de la Amicus, es en los 80, finiquitado el cine de terror británico de episodios, cuando los americanos toman el relevo, con películas como En los límites de la realidad (1983), en la que no me extiendo pues ya hablamos largamente de ella (al igual que de Curtis) en el amplio artículo que dedicamos a Matheson, Creepshow (George A. Romero, 1982), Creepshow 2 (Michael Gornick, 1987), Los ojos del gato (Lewis Teague, 1985) o El gato infernal (John Harrison, 1990), estas cuatro últimas muy relacionadas con el multimillonario escritor Stephen King, con resultados en la mayoria de casos al menos curiosos y entretenidos, pero que supusieron probablemente el canto de cisne de este estilo cinematográfico.
THE Z FILES: SLASHERS "SUI GENERIS" PARA LA VISPERA DE HALLOWEEN
Antes que nada he de decir que, pese al título, no soy demasiado partidario de que una fiesta tan ajena a la cultura mediterránea como la de Halloween se haya apoderado a lo largo de los últimos años (por cuestiones únicamente mercadotécnicas e intereses comerciales creados) de estas fechas, hasta no hace mucho ajenas a calabazas y disfraces (y conste que uno no es precisamente un defensor de las tradiciones; aunque lo de representar Don Juan Tenorio en los teatros españoles en esta época siempre me llamó la atención). Pero si que aprovecho en cambio para, y siguiendo la pista del maestro John Carpenter (que dejó para la posteridad uno de los primeros y mas famosos slashers muy relacionado con este día), hacer referencia a una serie de películas de muy diverso pelaje (podían haber sido otras, pero me vinieron a la mente estas; otro año haré una nueva selección), caracterizadas por contener a unos psicópatas un tanto peculiares, e ideales para una sesión de cine esta misma noche, y que paso a referir ordenadas cronológicamente.
Ensayo de un crimen (La vida criminal de Archibaldo de la Cruz) (1955): Tengo cierto cariño por la etapa mexicana de Luis Buñuel, que para mi gusto es la mejor de su filmografía. Esta película funcionó bastante bien, contrariamente a lo que era habitual en otras producciones suyas, y pese a ser considerada por él mismo un entretenimiento, resulta de las mas divertidas e inquietantes que realizó. Basada en una novela de Rodolfo Usigli en la que se introdujeron cambios argumentales, sigue la pista, en tono algo paródico, de algunos films americanos que mezclaban suspense con elementos de psicoanálisis y que habían triunfado en la década anterior, como Luz que agoniza (Gaslight, de George Cukor, 1944) o Recuerda (Spellbound, dirigida por Hitchcock -la evidente relación entre el cine de Buñuel y el del maestro del suspense merecería un análisis- en 1945).
Archibaldo de la Cruz cumple las condiciones de muchos protagonistas del cineasta de Calanda: millonario, maduro y reprimido. Vive solo en una mansión, acompañado únicamente del servicio, y es aficionado a la alfarería. Un día se presenta ante un juez autoinculpándose del asesinato de varias mujeres. Ya cuando era pequeño, su institutriz, tras una discusión con él, murió a causa de una bala perdida cuando sonaba su caja de música. Una vez adulto, encuentra esa caja en una tienda, y al escuchar su melodía, resurgen nuevamente sus instintos criminales. Desea la muerte de varias mujeres, sobre todo si despiertan su deseo o le han engañado (como su propia prometida, mujer a la que admiraba por su pureza, tras descubrir que mantiene una relación a sus espaldas), pero estas víctimas potenciales suelen fallecer poco tiempo después por otros motivos, sin que él pueda intervenir, con lo cual el se siente culpable de esos hechos, por el simple motivo de haberlo pensado.
Como triste curiosidad, destacar que la protagonista femenina, Miroslava Stern, se suicidó al poco de finalizar el rodaje, siendo incinerada; y en una escena, un maniquí hecho a semejanza del personaje que interpreta (Lavinia, una modelo y guía turistica de gringos) es quemado en su horno por Archibaldo, al no poder consumar con ella ni su amor ni sus deseos homicidas. Al final de la historia, el juez, tras escuchar su relato, le dice a Archibaldo que no se preocupe por ello y una vez sale a la calle, tras perdonar la vida a un insecto demostrándose que se ha "redimido", se encuentra con Lavinia y ambos se marchan caminando felizmente, dando una nueva oportunidad a la vida.
Película bastante curiosa y recomendable, cuenta con una buena labor de los protagonistas, comenzando por Ernesto Alonso, que da vida al personaje principal y ya trabajó con Buñuel en Abismos de pasión (1953), su particular versión de Cumbres borrascosas.
A medianoche me llevaré tu alma/ A meia noite levarei a sua alma (1963): El director Jose Mojica Marins, no ha sido muy conocido hasta hace poco fuera de Brasil, pero sin embargo en su país es una institución. Os recomiendo dar un repaso a su curiosa biografía. Creador de un personaje, Ze do Caixao (Jose del Ataúd sería la traducción al español y es conocido como Coffin Joe en el mundo anglosajón) que ha dado lugar incluso a cómics o series de TV.
Ze es un enterrador, una especie de encarnación del mal, siempre con su traje negro, capa, chistera y barba, con uñas larguisimas que el propio Mojica Marins se dejó crecer de verdad durante años (se comenta que en una comparecencia publica, un seguidor le arrancó una creyendo que eran postizas), todos le temen y es capaz de las peores crueldades. Esta es su primera comparecencia en la gran pantalla: hay que decir que los presupuestos de sus producciones eran ínfimos y montó su primer estudio nada menos que en un gallinero. Para hacer este film empeñó todas sus propiedades.
Nada más empezar, aparece una hechicera que nos advierte para que no veamos la película y que mejor nos vayamos a casa. Los que decidan verla, se encontrarán con el gore mas delirante, casi pionero, pues se trata de una producción de 1963, donde tantas dosis de sangre y vísceras aún no eran habituales. La excusa argumental (Ze do Caixao busca una mujer para perpetúar su maldad con un descendiente, ya que su esposa es estéril) no es demasiado relevante, como en ninguna de sus creaciones.
Mojica Marins continuó con su alter ego en Esta noche poseeré tu cadáver (1967) o Delirios de un anormal (1970), que hace honor a su título.
El asesino del taladro/ Driller Killer (1979): Abel Ferrara, director algo sobrevalorado, es otro realizador de la escuela neoyorquina que podría ser una version degradada de Martin Scorsese. En realidad, las temáticas de sus primeras películas no difieren mucho, con la diferencia que en Driller Killer se opta por una estética feísta y desagradable que trata de impactar al espectador menos avezado (con exceso de violencia y efectismo) y que será una constante en su carrera (que incluye una versión de La invasión de los ladrones de cuerpos) a veces más lúcida, pero ahora en decadencia. Aquí, además, Ferrara asume el papel de actor protagonista, aunque con el seudónimo de Jimmy Laine.
Ferrara/Laine incorpora a un pintor que tiene problemas para acabar un cuadro que espera sea su obra maestra (tal vez un reflejo del propio autor), debido a múltiples problemas: sus compañeras de piso no pagan su parte, tiene de vecinos a una banda de punk que no paran de armar ruido y bronca (hay que tener en cuenta que es la epoca del apogeo de este sonido en N.Y., del club CBGB, de The Ramones, Blondie, Talking Heads, Television... la ciudad debía ser un hervidero de nuevos sonidos y grupos en aquel momento), y demás perturbaciones varias.
Un día, en un programa tipo Teletienda, observa el anuncio de un taladrador y piensa que puede ser una solución a su falta de inspiración. Asi que comenzará una especie de limpieza de la ciudad, de los que él considera responsables, un poco al estilo de Travis Bickle, el personaje de Robert De Niro en Taxi Driver (1976), pero con tonos mas gore y sucios, si bien se plantea muchas veces como algo que puede estar en la mente del protagonista. A mi juicio, resulta pretenciosa y discutible, y ha tenido un remake en 2008 que no conozco.
Burning moon (1992): Si han llegado hasta aquí y aún quieren mas, cerraremos con algo de Olaf Ittenbach, uno de los mas célebres practicantes de ese subgénero llamado gore alemán, y que tuvo escasos momentos de mucho éxito, fundamentalmente, si la incluimos ahí, la saga Nekromantik, de Jorg Buttgereit.
Ittenbach, que empezó con 20 años a hacer el gamberro con Blackpast (1989), de producción casi casera, y que perpetró con posterioridad cosas como Premutos (Premutos, der gefallene Engel, 1997), realizó entre ambas esta, su segunda pelicula y quizá su obra más conocida.
En ella, un joven heroinómano que se queda una noche al cuidado de su hermana pequeña, decide contarle dos enternecedoras historias:
En la primera, una chica descubre que su novio es un psicótico cuando le invita a casa y se carga a su familia.
La segunda narra la historia de un sacerdote fanático que secuestra y sacrifica jóvenes, para supuestamente, salvar almas.
Si han visto alguna de las películas de Ittenbach, ya saben lo que les espera en cuanto a excesos fundamentalmente hemoglobínicos.
Feliz noche.
Ensayo de un crimen (La vida criminal de Archibaldo de la Cruz) (1955): Tengo cierto cariño por la etapa mexicana de Luis Buñuel, que para mi gusto es la mejor de su filmografía. Esta película funcionó bastante bien, contrariamente a lo que era habitual en otras producciones suyas, y pese a ser considerada por él mismo un entretenimiento, resulta de las mas divertidas e inquietantes que realizó. Basada en una novela de Rodolfo Usigli en la que se introdujeron cambios argumentales, sigue la pista, en tono algo paródico, de algunos films americanos que mezclaban suspense con elementos de psicoanálisis y que habían triunfado en la década anterior, como Luz que agoniza (Gaslight, de George Cukor, 1944) o Recuerda (Spellbound, dirigida por Hitchcock -la evidente relación entre el cine de Buñuel y el del maestro del suspense merecería un análisis- en 1945).
Archibaldo de la Cruz cumple las condiciones de muchos protagonistas del cineasta de Calanda: millonario, maduro y reprimido. Vive solo en una mansión, acompañado únicamente del servicio, y es aficionado a la alfarería. Un día se presenta ante un juez autoinculpándose del asesinato de varias mujeres. Ya cuando era pequeño, su institutriz, tras una discusión con él, murió a causa de una bala perdida cuando sonaba su caja de música. Una vez adulto, encuentra esa caja en una tienda, y al escuchar su melodía, resurgen nuevamente sus instintos criminales. Desea la muerte de varias mujeres, sobre todo si despiertan su deseo o le han engañado (como su propia prometida, mujer a la que admiraba por su pureza, tras descubrir que mantiene una relación a sus espaldas), pero estas víctimas potenciales suelen fallecer poco tiempo después por otros motivos, sin que él pueda intervenir, con lo cual el se siente culpable de esos hechos, por el simple motivo de haberlo pensado.
Como triste curiosidad, destacar que la protagonista femenina, Miroslava Stern, se suicidó al poco de finalizar el rodaje, siendo incinerada; y en una escena, un maniquí hecho a semejanza del personaje que interpreta (Lavinia, una modelo y guía turistica de gringos) es quemado en su horno por Archibaldo, al no poder consumar con ella ni su amor ni sus deseos homicidas. Al final de la historia, el juez, tras escuchar su relato, le dice a Archibaldo que no se preocupe por ello y una vez sale a la calle, tras perdonar la vida a un insecto demostrándose que se ha "redimido", se encuentra con Lavinia y ambos se marchan caminando felizmente, dando una nueva oportunidad a la vida.
Película bastante curiosa y recomendable, cuenta con una buena labor de los protagonistas, comenzando por Ernesto Alonso, que da vida al personaje principal y ya trabajó con Buñuel en Abismos de pasión (1953), su particular versión de Cumbres borrascosas.
A medianoche me llevaré tu alma/ A meia noite levarei a sua alma (1963): El director Jose Mojica Marins, no ha sido muy conocido hasta hace poco fuera de Brasil, pero sin embargo en su país es una institución. Os recomiendo dar un repaso a su curiosa biografía. Creador de un personaje, Ze do Caixao (Jose del Ataúd sería la traducción al español y es conocido como Coffin Joe en el mundo anglosajón) que ha dado lugar incluso a cómics o series de TV.
Ze es un enterrador, una especie de encarnación del mal, siempre con su traje negro, capa, chistera y barba, con uñas larguisimas que el propio Mojica Marins se dejó crecer de verdad durante años (se comenta que en una comparecencia publica, un seguidor le arrancó una creyendo que eran postizas), todos le temen y es capaz de las peores crueldades. Esta es su primera comparecencia en la gran pantalla: hay que decir que los presupuestos de sus producciones eran ínfimos y montó su primer estudio nada menos que en un gallinero. Para hacer este film empeñó todas sus propiedades.
Nada más empezar, aparece una hechicera que nos advierte para que no veamos la película y que mejor nos vayamos a casa. Los que decidan verla, se encontrarán con el gore mas delirante, casi pionero, pues se trata de una producción de 1963, donde tantas dosis de sangre y vísceras aún no eran habituales. La excusa argumental (Ze do Caixao busca una mujer para perpetúar su maldad con un descendiente, ya que su esposa es estéril) no es demasiado relevante, como en ninguna de sus creaciones.
Mojica Marins continuó con su alter ego en Esta noche poseeré tu cadáver (1967) o Delirios de un anormal (1970), que hace honor a su título.
El asesino del taladro/ Driller Killer (1979): Abel Ferrara, director algo sobrevalorado, es otro realizador de la escuela neoyorquina que podría ser una version degradada de Martin Scorsese. En realidad, las temáticas de sus primeras películas no difieren mucho, con la diferencia que en Driller Killer se opta por una estética feísta y desagradable que trata de impactar al espectador menos avezado (con exceso de violencia y efectismo) y que será una constante en su carrera (que incluye una versión de La invasión de los ladrones de cuerpos) a veces más lúcida, pero ahora en decadencia. Aquí, además, Ferrara asume el papel de actor protagonista, aunque con el seudónimo de Jimmy Laine.
Ferrara/Laine incorpora a un pintor que tiene problemas para acabar un cuadro que espera sea su obra maestra (tal vez un reflejo del propio autor), debido a múltiples problemas: sus compañeras de piso no pagan su parte, tiene de vecinos a una banda de punk que no paran de armar ruido y bronca (hay que tener en cuenta que es la epoca del apogeo de este sonido en N.Y., del club CBGB, de The Ramones, Blondie, Talking Heads, Television... la ciudad debía ser un hervidero de nuevos sonidos y grupos en aquel momento), y demás perturbaciones varias.
Un día, en un programa tipo Teletienda, observa el anuncio de un taladrador y piensa que puede ser una solución a su falta de inspiración. Asi que comenzará una especie de limpieza de la ciudad, de los que él considera responsables, un poco al estilo de Travis Bickle, el personaje de Robert De Niro en Taxi Driver (1976), pero con tonos mas gore y sucios, si bien se plantea muchas veces como algo que puede estar en la mente del protagonista. A mi juicio, resulta pretenciosa y discutible, y ha tenido un remake en 2008 que no conozco.
Burning moon (1992): Si han llegado hasta aquí y aún quieren mas, cerraremos con algo de Olaf Ittenbach, uno de los mas célebres practicantes de ese subgénero llamado gore alemán, y que tuvo escasos momentos de mucho éxito, fundamentalmente, si la incluimos ahí, la saga Nekromantik, de Jorg Buttgereit.
Ittenbach, que empezó con 20 años a hacer el gamberro con Blackpast (1989), de producción casi casera, y que perpetró con posterioridad cosas como Premutos (Premutos, der gefallene Engel, 1997), realizó entre ambas esta, su segunda pelicula y quizá su obra más conocida.
En ella, un joven heroinómano que se queda una noche al cuidado de su hermana pequeña, decide contarle dos enternecedoras historias:
En la primera, una chica descubre que su novio es un psicótico cuando le invita a casa y se carga a su familia.
La segunda narra la historia de un sacerdote fanático que secuestra y sacrifica jóvenes, para supuestamente, salvar almas.
Si han visto alguna de las películas de Ittenbach, ya saben lo que les espera en cuanto a excesos fundamentalmente hemoglobínicos.
Feliz noche.
miércoles, 8 de octubre de 2008
LEMORA, UN CUENTO SOBRENATURAL (1973)
Hoy voy a dedicar un breve y modesto recuerdo a una película poco conocida en España y menos aún recordada, pero que contiene suficientes elementos para ser elevada a la categoría de cult movie. A diferencia de otros films de los que hablo aquí, no tengo un recuerdo reciente de ella, más bien todo lo contrario, por lo que en este caso solo daré breves apuntes, pero me parecía lo suficientemente importante para dedicarle este espacio.
Su titulo original era Lemora, a child's tale of the supernatural, aunque en algunos países se conoció como Lemora, poseída del diablo e incluso Lemora, Lady Dracula.
Su realizador, Richard Blackburn, no dirigió más películas (únicamente algunos episodios de la serie Tales from the darkside), y este hecho sorprende viendo los resultados de su ópera prima. Además fue autor del guión de la curiosa ¿Y si nos comemos a Raul? (Paul Bartel, 1982).
Básicamente lo que aquí se plantea es el enfrentamiento entre el bien absoluto, encarnado en la virginal adolescente Lila Lee (Cheryl "Rainbeaux" Smith), cantante en el coro de la iglesia local y Lemora (Lesley Gilb), una vampiresa que ejerce el papel de polo opuesto, con todo lo que ello conlleva.
Por cierto, la mencionada actriz protagonista, Cheryl Smith, falleció prematuramente en 2002 por problemas con las drogas que ya venían de muy atrás, mientras que Lesley Gilb no volvió a hacer cine nunca más. Esto unido a lo antes comentado acerca del director y a los problemas de censura y distribución que tuvo Lemora, la convierten en un producto con un aura de malditismo que refuerza aún más su carácter de producto singular.
La trama argumental nos presenta a la mencionada Lila Lee, que ha sido criada por el párroco local (que siente por ella algo a medio camino entre la admiración por su virtud y cierta fascinación reprimida), ya que su madre fue asesinada por su padre al hallarla con su amante, y como consecuencia de ese acto, huyó del lugar.
En su fuga, llegó al pueblo de Asteroth (significativo nombre), donde unos vampiros salieron a su encuentro.
Años después, Lila recibe una carta presuntamente de su progenitor, que le solicita que acuda para recibir su perdón en el lecho de muerte. En el viaje, tras toparse con extraños personajes, se repite la misma circunstancia que ocurrió años atrás, y tras ello, la joven aparece en casa de Lemora, que dice ser la anfitriona del lugar.
Llegados a este punto, nos encontramos con extrañas situaciones y amenazas, añadiéndose a ello los trucos y trampas que Lemora utiliza para pervertir la virtud de la joven y corromper su alma, atrayéndola al mal. Algo que nos recuerda la esencia de cuentos como Blancanieves, Caperucita Roja, Alicia a través del espejo o a la trama de películas posteriores como En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984).
Aunque inicialmente la natural bondad de Lila le hace confiar en Lemora, pese a saber que se encuentra ante un ser maléfico y sobrenatural, luego las cosas cambiarán, derivando a un extraño final.
Nos encontramos, pues, ante una metáfora de la perdida de la inocencia y un viaje iniciático, un cuento macabro pero extrañamente bello, con unas excelentes ambientación y fotografía, plena de lenguaje simbólico y oscura poesía.
No encontré un trailer de la película, pero sí este video con imágenes de la misma, que me sirve como cierre de esta reseña.
LA TORRE DE LOS 7 JOROBADOS (1944)
La verdad es que desde la primera entrega de Fan-cine fantaterrorífico no había vuelto a hablar de ninguna película anterior a los años 60, y considero que este era el momento para ello, pues además, La torre de los 7 jorobados supone una agradable rareza dentro de la historia del cine español, y más teniendo en cuenta la época en que fue rodada.
Su director, Edgar Neville (1899-1967), fue uno de los artistas mas multidisciplinares y polifacéticos (pintor, escritor, dramaturgo, realizador...) en la España del siglo XX. De origen aristocrático y padre inglés, tras estudiar derecho y llegar a estar incluso alistado en los húsares del ejercito (donde duró poco por cuestiones de salud), se relacionó con la intelectualidad española y con varios miembros de la generación del 27, aunque cuestiones de tipo ideológico y el dedicarse fundamentalmente al género humorístico y cinematográfico han hecho que no se le incluya entre sus miembros.
Estuvo muy vinculado a la localidad valenciana de Alfafar, donde pasó gran parte de su infancia viviendo en el palacete de los Romrée, su familia materna, lugar en el que hoy se incluye un museo a su nombre.
Tras esta primera etapa, decide dedicarse a la diplomacia, y destinado en Estados Unidos, conoce a mucha gente de la industria cinematográfica, entre ellos Charles Chaplin, llegando a realizar incluso una pequeña aparición en su film Luces de la ciudad (City lights, 1931), siendo contratado por la MGM como guionista y dialoguista.
Una vez de retorno a España, fue uno de los primeros cultivadores del cine de género en nuestro país, lo que hasta los años 60 fue una rara avis, realizando hasta tres películas que cabría destacar: La vida en un hilo (1945), El crimen de la calle Bordadores (1946), en las que tocó el fantástico y el negro, respectivamente, y la que hoy nos ocupa.
Algo olvidada y minusvalorada, La torre... destaca sobre todo por las influencias explícitas, en el aspecto estético, del expresionismo alemán, y por un argumento que aúna terror, fantástico, policíaco, aventuras, folletín, cine de época y un cierto tono casticista propio de las producciones nacionales de la postguerra (no olvidemos que el teatro inspirado en el sainete era un género muy cultivado en aquel momento, tanto por el propio Neville como por autores próximos a él, como Mihura o Jardiel Poncela).
Basada en una novela de Emilio Carrere, aunque con cambios respecto al texto original, se sitúa en el Madrid del siglo XIX y trata de un perdedor, Basilio, interpretado por Antonio Casal, que mientras trata de cambiar su suerte (creo recordar que jugando en un casino) se topa nada menos que con el fantasma de un hombre tuerto que se materializa ante un espejo.
Dicho espectro pertenece al misterioso Robinson de Mantua, que tras demostrarle su origen ultraterreno haciéndole ganar en la ruleta, le conmina a investigar una conspiración criminal que realizan siete jorobados al mando de un siniestro doctor, en una especie de ciudad subterránea en el mismo corazón de la capital, a la que se accede a través de una antigua sinagoga.
Ahí también hallará a un extraño arqueólogo que al parecer reside allí investigando. Estos jorobados fueron responsables del asesinato de Mantua, y mantendrán secuestrada e hipnotizada a la sobrina de este, Inés, papel al que da vida Isabel de Pomés, una de las actrices mas bellas del cine español de aquellos años, de la cual el protagonista está enamorado.
Lo mejor es esa combinación de diferentes elementos y el hecho de ser un producto ajeno al cine de la época (e incluso al que se realizaría en años muy posteriores), así como los decorados de la guarida de los jorobados, para los cuales se contó con profesionales alemanes que habian trabajado en el cine expresionista de los años 20.
Sólo por cosas como esta merece la pena reivindicar la película, aunque en otras cuestiones adolezca de cierta ingenuidad o de tics propios de cualquier film español de aquellos años, recurriendo al inevitable happy end, reflejo de las influencias del cine hollywoodiense donde comenzó Neville.
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La torre de los 7 jorobados
martes, 30 de septiembre de 2008
DOSSIER: CINE DE ZOMBIES ENTRE 1968 Y 1974
Recientemente se cumplieron 40 años del inicio del cine de zombis moderno, con La noche de los muertos vivientes (Night of the living dead, 1967) de George A. Romero. Tal vez con permiso de Plaga de Zombies (John Gilling, 1966), la película de la Hammer, pero ésta en realidad seguía la pista de los clásicos sobre el tema que dirigió Jacques Tourneur en los años 40, presentando los zombis al estilo haitiano y con un concepto del terror clásico y gótico.
Sin embargo, la segunda parte de La noche... se haría esperar hasta 11 años, cuando el maestro del giallo Dario Argento puso el capital necesario para el rodaje de Zombi (Dawn of the dead, versioneada nuevamente en 2004).
Así que voy a hacer un repaso, en algunos casos escueto (ya que algunas merecerán en su momento un hueco en la sección The Z Files), de las películas del subgénero rodadas en los años siguientes, deteniéndome en 1974 (otro día quizá llegue mas lejos, aunque la proliferación de estos títulos en los 80 lo hace casi imposible por motivos de espacio), pues en ese año se estrenó la que entiendo primera secuela española específica de la película de Romero.
Intentaré saltarme films de episodios en los que alguno de ellos trata el tema, como la británica Condenados de ultratumba (Tales from the crypt), dirigida por Freddie Francis en 1972 y basada en los cómics de la EC) o aquellas que incluyen seres de características afines.
Tal vez no están todas las que son pero son todas las que están.
Astro Zombies (1968): Dirigida por Ted V. Mikels. Un típico producto a medio camino entre las series B y Z que pretende conjugar elementos de ciencia ficción y el floreciente cine de zombis. A destacar únicamente la presencia de unos jóvenes David Carradine y Lance Henriksen.
La noche del terror ciego (1971): Inicio de una trilogía española (con leve participación portuguesa) dirigida por el gallego Amando de Ossorio, que se continuaría en El ataque de los muertos sin ojos (1973) y La noche de las gaviotas (1975). No sabía si incluirla aquí, pues merecería capítulo aparte y seguramente lo tendrá. Pero leí que el titulo previsto fue modificado por asemejarlo a la película de George A. Romero, así que pensé que se quiso de algún modo relacionar con ella.
Con influencias de las leyendas de Bécquer, en especial El Monte de las Ánimas y El miserere, la trama transcurre en la imaginaria y abandonada localidad de Berzano, en la que unos antiguos monjes templarios fueron sacrificados por practicar cultos satánicos y sus cuerpos expuestos publicamente, siendo sus ojos comidos por los pájaros. Ahora, sus cadáveres momificados resucitan localizando víctimas a través del oído (algo absurdo porque tampoco tienen orejas) para continuar con sus sacrificios.
El film de Ossorio cuenta con las para la época inevitables escenas de destape y en ella podemos destacar, desde el aspecto visual, la imagen de los monjes sobre sus caballos cabalgando a cámara lenta. En realidad podríamos hablar de tetralogía porque aparte de las tres mencionadas, El buque maldito (1973), del mismo director, se mueve en un argumento similar.
Virgen entre los muertos vivientes (1971): El prolífico (más de 200 películas) Jesús Franco (también Jess Franco, Jess Frank, Clifford Brown, John O'Hara, Preston Quaid o el que prefieran de sus múltiples seudónimos) abandonó el cine de género de cierta seriedad y valor que practicaba en sus comienzos, con ejemplos como Gritos en la noche (1962), e incluso Las vampiras (Vampyros lesbos, 1971) para adentrarse cada vez más en los terrenos de las coproducciones de terror de serie Z y el softcore, juntando ambos o por separado. Aquí tenemos uno de los ejemplos.
De la trama argumental mejor no hablar, pero si conocen la prolífica obra de Jess ya saben lo que les espera y hasta lo pueden pasar bien. Son muchos los que valoran su particular universo, y no seré yo quien los contradiga.
También conocida como Christina, princesse de l'erotisme, La noche de las estrellas fugaces o incluso Zombi 4: virgin among the living dead (suponemos que en aquellos países que se estrenara con retraso, pues no tiene relación con ninguna saga zómbica) ,fue coproducida entre Francia, Italia y Liechtenstein.
La rebelión de las muertas (1972): Otra propuesta demencial, en este caso de otro dúo fundamental en el cine de terror más underground en lengua española. El director argentino León Klimovsky y el actor Paul Naschy (Jacinto Molina), aquí además interpretando varios papeles, entre otros el de demonio o a un místico hindú que investiga un caso extraño a requerimiento de la protagonista.
También conocida como Vengeance of the zombies, la trama (por decir algo) mezcla muertas vivientes (si, lo escribí bien, solo de género femenino), vudú, un asesino enmascarado al estilo de Fantomas o de las primeras películas del giallo, e incluso una chica cubierta de oro como en James Bond contra Goldfinger (Guy Hamilton, 1964).
La noche de los muertos vivientes 2/Children shouldn’t play with dead things (1972): Pese al título con que se estrenó en España, no tiene nada que ver con la trilogía de Romero.
Bob Clark, director que ya apareció al referirme a Asesinato por decreto, y que igualmente produjo Deranged (Jeff Gillen-Alan Ormsby, 1974), pero que también filmó cosas tan infumables como la saga Porky's, realizó este film casi amateur, pleno de nombres desconocidos, y que podemos inscribir sin pudor en el inframundo de las series Z.
Un grupo de actores, junto con su tiránico director, desentierran un cadáver en un cementerio y realizan un ritual de resurrección, que inicialmente creen fallido, pero desde luego no es así, e imaginemos lo que viene después.
Un título para olvidar, solo para muy fanáticos y curiosos del género. Por cierto que la serie Sobrenatural tituló así un episodio de su segunda temporada, suponemos que a modo de homenaje.
La venganza de los zombies/Sugar Hill (1974): El género blaxplotation también tuvo su vertiente terrorífica y versioneó todos los temas clásicos del género, aunque con resultados tan malos como poco recordados. Ahí están ejemplos como Blacula (William Crain, 1972) y sus continuaciones.
El turno para el cine de zombies (los que aquí aparecen, con bastantes telarañas o algo similar) llegó con esta olvidable película, dirigida por Paul Malansky, que, sin embargo, era nombrada en Pulp Fiction (Q. Tarantino, 1994) donde además, el personaje de Samuel L. Jackson tenía una estética inspirada en la del protagonista de la presente.
No profanar el sueño de los muertos (1974): Cierro el repaso con esta coproducción hispano-italiana rodada en la ciudad inglesa de Manchester, y dirigida por Jorge Grau, realizador con una curiosa filmografía que incluye desde alguna otra aproximación interesante al cine de género, como Ceremonia Sangrienta (1973) sobre la vida de la Condesa Bathory, protagonizada por Lucía Bosé, hasta cine de trasfondo político o las inevitables concesiones al destape de la época, como La trastienda (1976).
Muy influenciada por Night of the living dead (la aparición del primer muerto viviente es casi calcada), está algo lastrada por un ritmo lento y por un flojo guión con una excusa pseudo-ecologista, ya que las resurrecciones son provocadas por una máquina para el control de plagas que utiliza el Ministerio de Agricultura, pero que justifica débilmente otras cosas que ocurren, así como ingenuas visiones de la drogadicción o la presencia de un protagonista de estética tardo-hippy y reivindicativa (que alerta de lo que está pasando pero nadie le escucha).
Como es habitual, cuenta en el reparto con actores de prestigio en horas muy bajas, como el secundario del cine americano de los 40 y 50 Arthur Kennedy, o en menor medida, Ray Lovelock. Buenos efectos de maquillaje del italiano Giannetto de Rossi, un habitual de estas películas.
También conocida (según paises o ediciones videográficas) con los títulos: Don’t open the window, The living dead at the Manchester morgue, Fin de semana para los muertos o Let the sleeping corpses die. Premiada en Sitges.
lunes, 22 de septiembre de 2008
EL VOLAR ES PARA LOS PAJAROS (1970)
Robert Altman (1925-2006) es uno de los directores mas personales del cine estadounidense de los ultimos cuarenta años, y más si tenemos en cuenta que se trata de un realizador que nunca ha trabajado al margen de la industria. Pese a ello, ha dotado de un sello personal a todas sus películas, muchas veces caracterizadas por tener una composición coral, con múltiples personajes que interactúan a la vez, y además, moviéndose en géneros cinematográficos muy variados.
Brewster McCloud (título original de El volar es para los pájaros, que hace referencia al nombre del protagonista), es un curioso experimento que llegó tras el gran éxito de su anterior trabajo, M.A.S.H. (1970), y que provocó que fuera incomprendida por muchos, pero es una de mis favoritas de este realizador, y puedo decir que soy de los que valora mucho su trayectoria.
En el fondo, es una fábula sobre el deseo de libertad y de ser diferente. Pero la forma de presentarlo, si ya de por si es atractiva en Altman, resulta aquí fascinante, con la introducción de varios elementos del cine de género, y múltiples situaciones que remiten al fantástico, a las películas de psycho-killers (con la consiguiente investigación policial) o al cómic, tamizado con el habitual humor negro del director.
Brewster McCloud es un joven que vive en una especie de búnker bajo el Astrodome de Houston. Su idea es ser capaz de volar por si mismo, y para ello está enfrascado en la construcción de unas alas artificiales, las cuales, tras muchos estudios, deben permitirle conseguir su objetivo.
Paralelamente a esto, se están produciendo una serie de muertes en las cuales, junto a los cadáveres, aparecen excrementos de pájaro. Todas las victimas están vinculadas de algún modo con Brewster, lo que le convierte en el principal sospechoso.
Al mismo tiempo, aparecen varias mujeres en torno a su vida. Una de ellas es una misteriosa chica llamada Louise, que le asesora y anima en su labor. En una escena del film en que vemos su espalda desnuda, observamos dos cicatrices en el lugar donde debían haber estado las alas, con lo que se nos viene a decir que en realidad es algo así como una mujer pájaro o un ángel caído (por cierto, si se me permite el spoiler, ella es finalmente la autora de los crímenes). Y, por otro lado, una joven guía del edificio, Suzanne, la cual le hace dudar de seguir adelante con su idealista objetivo.
Mientras, un detective, interpretado por el actor Michael Murphy, llega desde San Francisco para hacerse cargo del esclarecimiento de los asesinatos. Este personaje es una parodia del que hace Steve McQueen en la entonces reciente Bullitt (1968), y de hecho se incluye una persecución automovilística similar a las de dicho film.
Junto a actores algo más consolidados como Sally Kellermann (Louise), Margaret Hamilton (que fue la bruja mala de El mago de Oz), el mencionado Michael Murphy o un irreconocible Stacy Keach, quiero destacar a varios jóvenes del reparto.
Sobre todo, a la aquí encantadora y jovencisima Shelley Duvall (como Suzanne), que debutó en el cine con este papel, y que en los años sucesivos volvería a repetir en varias películas de Altman. Bud Cort es el protagonista, y aunque tendría un papel destacado en la inmediatamente posterior Harold & Maude (1971), pasó al olvido con celeridad. Y por último, a Jennifer Salt, a la que veríamos poco después en otra película de culto del género, como Hermanas (Brian de Palma, 1972), y que hoy en día se dedica a escribir guiones para series como Nip/Tuck.
Finalizo con un par de curiosidades que contiene la película.
En primer lugar, el film es introducido por una especie de profesor de ornitología, interpretado por el actor René Auberjonois (de hecho, sus primeras palabras sustituyen al rugido del león de la Metro), que imparte una clase o conferencia sobre pajaros, continuando con ello entre escena y escena, mientras se transforma progresivamente en ave.
Y por otro lado, me gusta mucho la originalidad del final, en el cual (y pido disculpas por este otro spoiler), junto al cadáver de Brewster McCloud, que yace en el suelo tras haber fracasado en su intento de huir volando de la policia, desfilan los actores disfrazados como componentes de un circo, mientras son presentados uno a uno por sus nombres reales.
Aquí está el trailer y alguna escena suelta que incluye el mencionado final. Esta inclasificable rareza resulta muy difícil de hallar en DVD, al menos en España.
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viernes, 12 de septiembre de 2008
MIS FAVORITAS RECIENTES: CODIGO 46 (2003)
Antes de empezar, he de decir que, pese a incluir Código 46 en esta sección periódica de Mis favoritas recientes, esta me parece una película de resultados relativamente, e incluso notablemente, decepcionantes.
¿Porqué, pues, decido dedicarle este espacio? Los motivos son varios: las expectativas que me creó a priori este film, así como su punto de partida, me parecen muy interesantes, y el género de ciencia-ficción lo tengo un poco abandonado en este Fan-cine fantaterrorífico, que, por su nombre, requiere también un espacio para el cine fantástico.
Por otro lado siempre dije que quería alternar artículos sobre temáticas más distendidas, con otros dedicados a producciones de mayor regusto cinéfilo; y últimamente me estoy inclinando más por lo primero, con lo cual debo equilibrar la balanza.
A ello hay que añadir que, recientemente, algún canal televisivo la ha proyectado en versión original con lo que he podido revisarla.
Y por último, influye que el realizador de Código 46 sea el británico Michael Winterbottom, uno de los directores relativamente de última hornada que siempre ofrece algo interesante, aún moviéndose en temáticas muy diversas, y que además situó esta producción prácticamente entre dos títulos de su filmografía con temática muy relacionada con la música (mi otra gran pasión confesa): 9 songs (2004) y, especialmente, 24 hours party people (2002), resumen dramatizado de la escena musical de la ciudad de Manchester desde finales de los 70 hasta mediados de los 80, a través de los ojos del personaje del productor y periodista Tony Wilson.
Entrando en materia, en Código 46 podemos hallar ciertas reminiscencias con Blade Runner (1982), empezando por el hecho de tratarse de un thriller ambientado en un futuro que se plantea de una forma no muy amable: la destrucción de la capa de ozono hace que las actividades cotidianas se trasladen a la noche, mientras se duerme de día, y además se ha desertizado gran parte del planeta, lo que ha provocado superpoblación en las grandes ciudades y en las zonas más fértiles. Esto también conlleva a una masiva mezcla de culturas que se traduce incluso en la utilización de una mixtura de lenguas a la hora de hablar (algo más apreciable en la versión original).
Pero también produce que acceder a las grandes urbes esté muy controlado, hasta el punto de requerir unos visados muy difíciles de conseguir. Se han generalizado una especie de virus o pastillas que generan o permiten determinados comportamientos: desde leer la mente de una persona a rechazar el contacto físico, igualmente, la clonación es algo muy extendido, lo que genera una serie de conflictos morales.
En este escenario, nos encontramos con una historia propia del cine negro. Un detective debe investigar la producción fraudulenta de estos visados para acceder a las superficies habitadas. Lo que ocurre es que se enamora de la chica responsable de estas falsificaciones (otra similitud con Blade Runner: el enamorarse de la mujer equivocada).
Hasta aquí todo perfecto. ¿Dónde falla, pues, Código 46?
En mi opinión, en varios aspectos: parece que los elementos fantásticos son excusa para centrarse en la historia amorosa o en situaciones y reflexiones más personales de los personajes. La narración adolece de ritmo y garra, y, a mi juicio, la pareja protagonista, Tim Robbins y la británica Samantha Morton, carece completamente de química. En el caso de él, parece fuera de lugar en todo el metraje, mientras que ella, pese a ser una estupenda actriz, y a que poco antes ya había tenido un papel preponderante en otro film fantástico, Minority report (Steven Spielberg, 2002), ni encaja como femme fatale ni como mujer perturbadora.
No obstante, pese a la frialdad del resultado final y otras cuestiones, merece ser revisada.
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jueves, 11 de septiembre de 2008
LOS DERIVADOS DE LOS GREMLINS
No creo, ni siquiera para los menos iniciados en el cine fantástico y de terror, que una película como Gremlins necesite presentación.
Dirigida por Joe Dante, que ha firmado en los últimos 30 años unos cuantos títulos que se han convertido en pequeños clásicos de un género en el que siempre se ha movido, esta historia de un chaval al que su padre le regala un extraño pero encantador ser, con el que hay que cumplir tres reglas (cosa que no sucede, lo que trae funestas consecuencias), se vendió en su momento como un producto infantil o familiar, pero considero que no lo es en absoluto (hay que decir, de cualquier forma, que la mano de Spielberg contribuyó a suavizar el guión, inicialmente con alguna escena algo más contundente), y, seguramente, ya forma parte de la imaginería de varias generaciones.
El gran éxito que tuvo no solo generó la correspondiente continuación, sino que además, y de eso quiero hablar aquí (ahora que se cumplen 25 años de su estreno), llenó los cines de varias criaturas de corte similar y de comportamientos, al igual que en este caso, nada recomendables.
Así pues, no hubo que esperar mucho, apenas un año, para que en 1985 llegara a las pantallas Ghoulies, dirigida por el intrascendente Luca Bercovici. Esta historia, que se mueve claramente por los senderos de la serie B, podríamos incluirla dentro del género de terror con elementos del tipico slasher, aunque enfocado para adolescentes, y cuyos elementos humorísticos se harán más patentes en sus continuaciones que en su primera entrega.
Aquí todo transcurre en una mansión que ha heredado un joven de su tío, un famoso satanista, y decide inaugurar la misma invitando a sus amiguetes, tratando de sorprenderles positivamente reproduciendo una serie de rituales como los que hacía su siniestro familiar, lo cual ha descubierto husmeando en algún libro de los que guardaba.
Pero el pretendido hechizo no resulta según lo previsto, y lo que sucede finalmente es que convoca a estos seres del título, que pretenden un baño de sangre con los presentes para abrir las puertas del infierno y, de este modo, conseguir el retorno de su antiguo amo.
La verdad es que la aparición de los dichosos ghoulies se hace esperar, y además resulta decepcionante, en un producto que quizá pretende parecer mas serio de lo deseable, siendo los resultados mas bien tópicos, aburridos y llenos de los mismos tics de cualquier película similar de aquel momento.
No sé si siendo benévolos podría resistir hoy día una revisión desprejuiciada.
Lo peor es que los Ghoulies tuvieron hasta tres secuelas, aunque ya en un tono mucho mas paródico, lo cual no sabemos si fue mejor: Ghoulies II (1987), en la cual la arman en una feria, Ghoulies III (1989), en donde son convocados para hacerle la pascua a un malvado profesor, e incluso una infecta cuarta parte en 1994, dirigida por Jim Wynorski, un habitual de este submundo cinematográfico, y que de la original solo mantiene el nombre, puesto que (aunque se recupera al protagonista de la primera entrega) los mencionados Ghoulies no aparecen por ninguna parte: sólo un par de enanos disfrazados, que no sabemos que pintan ahí, ocupan su lugar.
Siguiendo con esta relación de herederos de los Gremlins, en 1986 se estrena Critters, dirigida por Stephen Herek, un gris realizador de cine comercial, y claramente a medio camino entre la ciencia-ficción y el humor, cuyos detalles nos indican que estaba fundamentalmente dirigida a un público adolescente y juvenil.
Los Critters son unas criaturas extraterrestres que han llegado a la Tierra tras huir de una prisión espacial, son seres que poseen un voraz apetito que les hace comerse todo lo que pillan a su paso, y además, esto implica que van creciendo de tamaño (algo que solo ocurre en la primera parte).
Finalmente llegan a una casa rural habitada por la correspondiente unidad familiar, los cuales deberán hacerles frente, siendo el hijo el principal heroe de la historia, con la colaboración de dos cazarrecompensas intergalácticos que pueden cambiar de aspecto según el planeta al que vayan.
Con la presencia en el reparto de nombres habituales tanto en el cine mainstream como en la Serie B (M. Emmet Walsh, Dee Wallace Stone, Billy Zane), Critters es un producto intrascendente y por esto mismo resulta simpática en su primera parte, degradándose en sus tres posteriores secuelas, de las que podemos destacar que la primera de ellas corrió a cargo de Mick Garris, director de algunas adaptaciones de Stephen King (destacando el telefilm Sonámbulos en 1992) y responsable de reunir a algunos de los más importantes directores del género en los ultimas tres décadas en la irregular serie televisiva Maestros del terror (Masters of horror), en la que se reservó la dirección de algún episodio, con poca fortuna.
Este lamentable y muy ochentero cartel de aquí arriba, corresponde al último de los productos post-Gremlins de los que voy a hablar, y al menos para mí (y creo que en España en general) el que tuvo menos difusión.
Se trata de Munchies (1987), dirigida en esta primera parte por Bettina Hirsch, y que no se aparta demasiado de lo dicho para las anteriores películas.
En este caso, un arqueólogo y su hijo presuntamente adolescente, se encuentran investigando unas ruinas en Perú (en realidad se rodó a las afueras de Los Angeles), tratando de encontrar alguna conexión entre las civilizaciones precolombinas y los alienígenas, y, dentro de una gruta con extrañas inscripciones hallan a un pequeño ser, que suponen un extraterrestre.
Deciden llevárselo a casa, pero por una negligencia del hijo mientras se encarga de su custodia, es secuestrado por su malvado tío y el hijastro de éste.
Cuando el munchie va a escapar de sus captores, es partido en dos, pero lo que sucede es que en vez de morir, se reproduce.
Lógicamente, estos seres empezarán a multiplicarse y causar estragos, mostrando especial predilección por la comida rápida y las cervezas. O sea, más de lo mismo.
Hubo dos continuaciones, la última de ellas en 1994, y cabe destacar que el legendario director Roger Corman estuvo, en su faceta de productor, detrás de estas películas, lo que indica claramente que su mejor momento había pasado mucho tiempo atrás. Señalar también que el director Jim Wynorski (al que mencionábamos en los Ghoulies) dirigió la segunda y tercera parte.
domingo, 31 de agosto de 2008
PICNIC EN HANGING ROCK (1975)
El sábado 14 de febrero de 1900, un grupo de alumnas y tres profesoras del selecto colegio femenino Appleyard, del pueblo de Wooden, cerca de Melbourne (Australia), salieron de excursión a Hanging Rock, una formación rocosa de origen volcánico y vinculada antiguas civilizaciones, plena de tintes mágicos y esotéricos. A lo largo del día, transcurrieron varios hechos insólitos. Los relojes se detuvieron, maestras y alumnas cayeron dormidas... Pero durante ese intervalo, cuatro de las excursionistas que habían salido a visitar las piedras colgantes desaparecieron, y a tres de ellas nunca más se las volvió a ver, sin que hubiera jamás rastro alguno de su paradero.
Esta historia, supuestamente real, aunque no pasa de leyenda urbana, con algunas incongruencias incluidas (sin ir mas lejos, el día de San Valentín de 1900 no cayó en sábado) y recogida por la escritora Joan Lindsay en una novela homónima, es la base argumental de Picnic en Hanging Rock, una de esas películas de culto que en los últimos tiempos parecen reivindicarse con fuerza, después de bastante tiempo injustamente olvidada.
Dirigida por el australiano Peter Weir, que comenzó moviéndose claramente en el terreno del fantástico, con films como el fallido Los coches que devoraron París (1974), pero, sobre todo, con la película que nos ocupa y con la posterior La última ola (1978) en la que, al igual que en esta, subyace el tema de los contrastes entre la cultura, tradiciones y supersticiones de los aborígenes de su país y la civilización de los colonos occidentales, así como en la confrontación entre dos realidades paralelas, la del mundo real y la de otro onírico y secreto que convive junto al nuestro.
Después de estos interesantes inicios, Weir hizo dos incursiones en un cine de trasfondo bélico, las cuales también sirvieron como lanzamiento definitivo del Mel Gibson post Mad Max, como fueron Gallipolli (1981) y El año que vivimos peligrosamente (1983), antes de que el director pasara a integrarse con todas las de la ley en la industria de Hollywood, convirtiéndose allí en un simple realizador de cine comercial con mayor o menor fortuna (normalmente lo segundo): Unico testigo, El club de los poetas muertos, La costa de los mosquitos, El show de Truman o Master and Commander son algunos ejemplos.
La película que nos ocupa se estructura en los elementos anteriormente narrados, presentando Hanging Rock como un paraje inicialmente inquietante, pero que deriva hacia lo terrorífico sin ningún tipo de artificio, simplemente con la predominante sensación de irrealidad, la excelente música de Bruce Smeaton y George Zamfir y la fotografía de Russell Boyd. Pese a no aclarar el misterio (de hecho en la posterior versión del director, lanzada en DVD en 1998 se suprimen 7 minutos de metraje para incrementar el enigma), se nos presenta la formación geológica como posible puerta de tránsito a otro mundo u otra dimensión incapaz de ser descrita, cuyos detalles revela la única chica rescatada por Michael, uno de los escasos personajes masculinos, que es quien logra sacarla de allí; detalles que no son contados al espectador, aunque se da a entender que éstos no pueden ser aceptados por la razón humana.
Todo ello es el telón de fondo para la soterrada relación lésbica entre dos alumnas: la tímida Sara que nunca revelará sus sentimientos por la otra, la enigmática Miranda, motor de la historia y que será una de las desaparecidas, no pudiendo superar la pérdida su compañera.
El film comienza con una cita de Poe, muy al hilo de lo comentado, y que me sirve para cerrar esta reseña: Todo lo que vemos y lo que parecemos no es más que un sueño dentro de otro sueño.
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