viernes, 31 de octubre de 2008

AMICUS FILMS O EL CINE BRITANICO DE EPISODIOS EN LOS 60 Y 70

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Durante los años 60, los norteamericanos Milton Subotsky y Max J. Rosenberg crearon en Inglaterra la productora Amicus Films, que se especializaría en cine fantaterrorifico, un género con el que ambos fundadores ya habían tenido contacto en su país de origen.

La principal característica de la Amicus, y aquello por lo que más se la recuerda hoy día, son las películas de episodios (de hecho, su primera creación ya iba en esa dirección y fue tal vez la mejor de ellas, Doctor Terror, dirigida por Freddie Francis en 1965), convirtiéndose en la competencia directa de la Hammer y llegando a contar con alguno de los actores y directores mas representativos de esa factoría británica, como el propio Peter Cushing, que ya protagonizó la anteriormente citada y repetiría en varias más de las que ahora vamos a hablar.

Pese a lo dicho, esta compañía también produjo varios ejemplos de películas de una sola pieza, aunque con resultados irregulares, como La carrera de la muerte (Gordon Hessler, 1969) o La bestia debe morir (Paul Annett, 1974). Por otro lado, también hay que destacar que se encargó de llevar a la pantalla grande por primera vez a la popular y más longeva serie de la ciencia ficción britanica, Doctor Who (que incluso ha generado spin-offs como Torchwood), en Dr. Who and The Daleks (1965) y Daleks - Invasion Earth 2150 AD (1966), ambas de Gordon Flemyng y de nuevo con Cushing como protagonista, siendo los únicos largometrajes basados en el personaje que se realizarían hasta muchos años después (con algunos problemas de producción, ya que el nombre de Amicus debió ser eliminado en una de ellas a solicitud de la compañía asociada, British Lion, debiendo crear la filial Aarus films).

Si me permiten un inciso para la reflexión, esto nos trae a la mente la habitual retroalimentación TV-Cine y más en un género como este, ya que algunas de las películas de las que vamos a hablar inspiraron seguramente posteriores producciones inglesas para la pequeña pantalla como Tensión (con guiones en algunos episodios de Robert Bloch, autor por ejemplo de Psicosis o de varios episodios de la serie Alfred Hitchcock presenta, y que escribió el libreto tambíén, además de otros largos de la Amicus, de The torture garden, la película que siguió, tres años después, la estela de Doctor Terror, o de The house that dripped blood y Asylum, en las que ahora profundizaremos), La casa del terror (Hammer House of horror) o Misterio (Hammer House of mystery & suspense), a las que dedicamos un buen espacio en su momento, y donde algunos de sus capítulos beben directamente en las fuentes de estas películas.
No podemos obviar el precedente de una serie televisiva como Viaje a lo desconocido, producida por la oponente Hammer que seguía la pista en las islas de la americana The twilight zone, de Rod Serling, con guiones en muchos casos de Richard Matheson.

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Dando marcha atrás en el tiempo, los antecedentes más claros en el cine británico los podemos encontrar en una producción clásica de la Ealing como Al morir la noche (Dead of night, 1945), en la que prácticamente por primera vez, nos encontramos con una película de este tipo.
Hay una trama común, en este caso unos personajes que son reunidos en un caserón, donde deben contar cada uno de ellos una narración de corte sobrenatural, que constituyen los diferentes episodios en que se divide el film. Para terminar, como ocurrirá de forma habitual en todas estas producciones, se vuelve a la historia inicial, que sirve de nexo común, y, al igual que aquí, normalmente con una sorpresa final. La diferencia podemos hallarla en que en Dead of night se contó hasta con cuatro realizadores (Basil Dearden, Charles Crichton -que dirigió mucho después Un pez llamado Wanda-, Alberto Cavalcanti y Robert Hamer, eficaces profesionales pero no brillantes), mientras que de los productos Amicus se encargó un solo director. Por otro lado, Al morir la noche ha perdido la capacidad de sorpresa que tuvo en su momento, sobre todo para el aficionado al género, no obstante, por su condición de pionera y sobre todo por sus dos últimos relatos sigue siendo una película a tener muy en cuenta.

Volviendo al presente que nos ocupa, tras comenzar el subgénero con las mencionadas Doctor Terror y The torture garden, es en los 70 cuando se produce el apogeo de este estilo.

Estas fueron las producciones Amicus de episodios en esa década:

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La mansión de los crímenes/ The house that dripped blood (1971): Como dijimos, cuenta con guión de Robert Bloch, pero la dirección del discreto Peter Duffell impide mejores resultados. Pese a todo, es un film correcto aunque, como todas estas películas, hay relatos con mejor nivel que otros, lo que a veces lleva a cierta irregularidad.
En el reparto, nos encontramos con habituales de estos films, como el inevitable Cushing, Christopher Lee o Denholm Elliott.
El escenario común es una investigación realizada en una vieja mansión acerca de unas desapariciones. En el primer episodio, Method for murder, un escritor imagina el personaje de un estrangulador que acaba existiendo en la vida real. En Waxworks, un hombre halla en un museo de cera una figura que se parece mucho a una mujer que amó en el pasado. El propietario de la exposición es en realidad un psicópata. En Sweets to the sweet, un padre tiene una hija problemática, y su nueva institutriz descubre que esto es debido a su afición al vudú, especialmente a un muñequito que es exactamente igual a su progenitor. The cloak trata sobre un actor que debe interpretar a un vampiro. Lo que no sabe es que la capa que ha comprado para llevar a cabo de su papel perteneció a un chupasangres auténtico, y empieza a notar cambios en su comportamiento. Tal vez esta sea la mejor de las historias.

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Refugio macabro/Asylum (1972): De nuevo con guión de Bloch a partir de relatos suyos, esta vez la dirección corresponde a Roy Ward Baker, un artesano habitual de muchas producciones Hammer (especialmente la excelente ¿Que sucedió entonces? en 1967, y algunas del subgénero vampírico) y de numerosos trabajos para la TV. Una vez más, tenemos a Cushing como protagonista, esta vez acompañado de Herbert Lom, Patrick Magee, Britt Ekland, Charlotte Rampling o Barbara Parkins. El hilo conductor son las historias que cuentan un grupo de pacientes de un psiquiátrico al aspirante a suceder al antiguo director, el cual se encuentra camuflado entre estos narradores, teniendo que adivinar el sustituto su identidad para conseguir su plaza.
Los episodios son:
Miedo helado: Un marido infiel asesina a su mujer tras acordarlo con su amante, la descuartiza y guarda los trozos de su cuerpo en el congelador que le acababa de regalar. Pero las diferentes partes de su esposa cobran vida y empiezan a aparecer por la casa moviéndose dentro de su envoltorio.
El Sastre: Un hombre recibe el encargo de confeccionar un traje con una tela muy extraña, y de hacerlo sólo a determinadas horas, determinadas por la astrología.
Lucy viene para quedarse: Una mujer, tras pasar por crisis nerviosas, visita a su hermano, el cual le asigna una enfermera debido a su situación, cosa que a ella le molesta. Mientras, una amiga le informa que quieren deshacerse de ella.
Los muñecos del horror: Un neurocirujano, encerrado en el sanatorio mental, se ha especializado durante su estancia en crear maniquís a imagen y semejanza de sus colegas de profesión. Acaba haciendo uno igual a él, al que cree que puede dar vida con el poder de su mente y utilizarlo con fines vengativos.
Como suele ocurrir, la última historia quizá sea la mejor, lo que deja, por regla general, buen sabor de boca tras visionar estos films. Pero además, Refugio macabro puede ser la más acertada cualitativamente de todas las expuestas, pese a que las diferencias entre todas ellas no las considero sustanciales.

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Condenados de ultratumba/ Tales from the crypt (1972): Aquí, Subotsky y Rosenberg pasan a adaptar los viejos comics terroríficos de la EC en los años 50, creados por Gaines y Feldstein, con todo lo que ello conlleva, ya que la presencia del humor negro se refuerza. Y además aciertan, pues con Tales... consiguen su mayor recaudación.
El encargado de la dirección es Freddie Francis, que repite tras Doctor Terror. El nexo común son unos personajes que llegan, siguiendo una guía turística, a una cripta donde el guardián (interpretado por el veterano Ralph Richardson, al que se añaden otra vez Cushing y Magee, más Joan Collins o Nigel Patrick, entre otros) les cuenta una serie de historias.
En And all through the house, una mujer desea asesinar a su marido la noche de Navidad. Al mismo tiempo, un psicópata disfrazado de Papa Noel se acaba de fugar. En Reflection of death, tal vez el mejor de todos los capítulos y donde se utiliza acertadamente el recurso de la cámara subjetiva, como en La Senda Tenebrosa (Delmer Daves, 1947), seguimos a una persona que ha sufrido un accidente de coche al abandonar a su esposa. Supuestamente recuperado del mismo, al intentar volver a su vida cotidiana nota cambios y extrañas reacciones en las personas con las que se va encontrando, incluidos sus allegados, motivados por algo que sabremos al final. En Poetic Justice, unos vecinos hacen la vida imposible a un anciano para que les venda su propiedad, provocando su suicidio. Wish you were here es una revisión de La pata de mono, famoso cuento de W.W. Jacobs. Por último, en Blind Alley los internos de un asilo para ciegos se vengan del maltrato de su nuevo intendente.
Francis, director no muy bien valorado, realiza un trabajo correcto en líneas generales, sin llegar al nivel de su anterior colaboración con la Amicus.

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Cuentos de ultratumba/From beyond the grave (1973): En este caso el punto de partida son unos relatos de R. Chetwynd-Hayes, y el director encargado es el tan discreto como prolífico Kevin Connor, entregado desde hace mucho al medio televisivo de forma casi exclusiva.
El nexo común aquí es una tienda de antigüedades (cuyo propietario es ¿adivinan quien?, exacto: Peter Cushing) y cuatro objetos de la misma que obtienen unos clientes, pero de forma irregular, lo que dará pie a las consiguientes historias:
The gate crasher: Edward compra un antiguo espejo a menor precio del real, engañando al vendedor. Tras realizar una sesión de espiritismo con él, en la que se ve trasladado en el espacio y el tiempo, una noche le llaman desde dentro del espejo. Se trata de alguien no humano que habita en el interior del mismo, y deberá alimentarlo con la sangre de victimas de sus asesinatos.
An act of kindness: Christopher, un oficinista aburrido de su vida, traba amistad con un ex-militar que vende cerillas en la calle; para hacerse pasar por soldado, roba una medalla de la tienda. Esto le permite conocer a la hija del ex-combatiente y pensará en deshacerse de su esposa con ayuda de ella.
The elemental: Un hombre compra una cajita cambiándole el precio para pagar menos. En el viaje de regreso, coincide con una vidente en el tren, que afirma que el objeto comprado contiene un elemental, extraño ser que solo ella puede ver. Pero además le informa que este es de los malos, lo que puede poner en peligro su vida y la de su esposa.
The door: Un hombre compra una puerta carísima y al instalarla en su casa comprueba con sorpresa que, a través de ella, accede a una extraña estancia que contiene un libro y el cuadro de un caballero. Pero descubre que alguien habita ese lugar.
Junto a Cushing, figuran en el reparto David Warner, Donald Pleasence o Lesley-Anne Down.

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La bóveda de los horrores/The vault of horror (1973): Nuevamente basándose en comics de la EC y otra vez con Roy Ward Baker en la dirección, llega la última producción Amicus de estas características y tal vez la menos interesante. De hecho, William Gaines, responsable de la editorial de comic books, rompió un contrato que tenía con la Amicus (en el cual habían acordado nuevos films inspirados en sus viñetas), disgustado por como había quedado la película.
Cinco personajes atrapados en un sótano dan pie a los episodios de turno: En el primero, Midnight mess, un hombre asesina a su hermana para quedarse con una herencia y después entra a un restaurante para celebrarlo. En The neat job, unos recién casados se instalan en su nueva casa y el marido se enfada porque cree que su esposa le cambia los objetos de lugar. En el tercero, This trick'll kill you, un mago asesina a una mujer para hacerse con una soga mágica de la India. Seguidamente, en el fragmento titulado Bargain in death, un hombre simula su muerte para cobrar el seguro, pero su falso cadáver es hallado por unos estudiantes de Medicina, que pretenden experimentar con él. Y en el quinto y último, Drawn and quartered, un pintor se venga de sus representantes pintando cuadros de ellos que, al ser destruidos, provocan también su muerte.
Sin Cushing esta vez, repite Denholm Elliott, que ya aparecía en La mansión de los crímenes, junto a Curd Jurgens o Dawn Addams.

En 1977 desapareció oficialmente la Amicus, pero Subotsky aún tuvo tiempo de crear la Sword and Sorcery Productions, que realizó un par de films en esta línea, The uncanny (Dennis Heroux, 1977) y El Club de los monstruos (The monster club), dirigida por Roy Ward Baker en 1980, y basada nuevamente en relatos de Chetwynd Hayes, que aparece además como personaje, interpretado por John Carradine, siendo mordido por un vampiro (Vincent Price), que al conocer su identidad le lleva a dicho club donde se le narran unas historias, destacando especialmente la tercera, Humgoo story, la única estrictamente terrorífica ya que el resto tiene un tono más bien paródico (De hecho, aparece un personaje llamado Lintom Busotsky, presentado como un "vampiro productor cinematográfico"). Pero, pese a ello y a los actores protagonistas, la película se pierde en su corte casi telefílmico y en unos números humorísticos y musicales (aparecen grupos como los Pretty Things y creo recordar que unos primerizos UB 40), quizá concesión a un público joven, que la dejan como una curiosidad inferior a sus precedentes.


Si bien Dan Curtis, especialista del terror de serie B y televisivo en los USA, ya había hecho algo similar en los años dorados de la Amicus, es en los 80, finiquitado el cine de terror británico de episodios, cuando los americanos toman el relevo, con películas como En los límites de la realidad (1983), en la que no me extiendo pues ya hablamos largamente de ella (al igual que de Curtis) en el amplio artículo que dedicamos a Matheson, Creepshow (George A. Romero, 1982), Creepshow 2 (Michael Gornick, 1987), Los ojos del gato (Lewis Teague, 1985) o El gato infernal (John Harrison, 1990), estas cuatro últimas muy relacionadas con el multimillonario escritor Stephen King, con resultados en la mayoria de casos al menos curiosos y entretenidos, pero que supusieron probablemente el canto de cisne de este estilo cinematográfico.

THE Z FILES: SLASHERS "SUI GENERIS" PARA LA VISPERA DE HALLOWEEN

Antes que nada he de decir que, pese al título, no soy demasiado partidario de que una fiesta tan ajena a la cultura mediterránea como la de Halloween se haya apoderado a lo largo de los últimos años (por cuestiones únicamente mercadotécnicas e intereses comerciales creados) de estas fechas, hasta no hace mucho ajenas a calabazas y disfraces (y conste que uno no es precisamente un defensor de las tradiciones; aunque lo de representar Don Juan Tenorio en los teatros españoles en esta época siempre me llamó la atención). Pero si que aprovecho en cambio para, y siguiendo la pista del maestro John Carpenter (que dejó para la posteridad uno de los primeros y mas famosos slashers muy relacionado con este día), hacer referencia a una serie de películas de muy diverso pelaje (podían haber sido otras, pero me vinieron a la mente estas; otro año haré una nueva selección), caracterizadas por contener a unos psicópatas un tanto peculiares, e ideales para una sesión de cine esta misma noche, y que paso a referir ordenadas cronológicamente.

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Ensayo de un crimen (La vida criminal de Archibaldo de la Cruz) (1955): Tengo cierto cariño por la etapa mexicana de Luis Buñuel, que para mi gusto es la mejor de su filmografía. Esta película funcionó bastante bien, contrariamente a lo que era habitual en otras producciones suyas, y pese a ser considerada por él mismo un entretenimiento, resulta de las mas divertidas e inquietantes que realizó. Basada en una novela de Rodolfo Usigli en la que se introdujeron cambios argumentales, sigue la pista, en tono algo paródico, de algunos films americanos que mezclaban suspense con elementos de psicoanálisis y que habían triunfado en la década anterior, como Luz que agoniza (Gaslight, de George Cukor, 1944) o Recuerda (Spellbound, dirigida por Hitchcock -la evidente relación entre el cine de Buñuel y el del maestro del suspense merecería un análisis- en 1945).

Archibaldo de la Cruz cumple las condiciones de muchos protagonistas del cineasta de Calanda: millonario, maduro y reprimido. Vive solo en una mansión, acompañado únicamente del servicio, y es aficionado a la alfarería. Un día se presenta ante un juez autoinculpándose del asesinato de varias mujeres. Ya cuando era pequeño, su institutriz, tras una discusión con él, murió a causa de una bala perdida cuando sonaba su caja de música. Una vez adulto, encuentra esa caja en una tienda, y al escuchar su melodía, resurgen nuevamente sus instintos criminales. Desea la muerte de varias mujeres, sobre todo si despiertan su deseo o le han engañado (como su propia prometida, mujer a la que admiraba por su pureza, tras descubrir que mantiene una relación a sus espaldas), pero estas víctimas potenciales suelen fallecer poco tiempo después por otros motivos, sin que él pueda intervenir, con lo cual el se siente culpable de esos hechos, por el simple motivo de haberlo pensado.
Como triste curiosidad, destacar que la protagonista femenina, Miroslava Stern, se suicidó al poco de finalizar el rodaje, siendo incinerada; y en una escena, un maniquí hecho a semejanza del personaje que interpreta (Lavinia, una modelo y guía turistica de gringos) es quemado en su horno por Archibaldo, al no poder consumar con ella ni su amor ni sus deseos homicidas. Al final de la historia, el juez, tras escuchar su relato, le dice a Archibaldo que no se preocupe por ello y una vez sale a la calle, tras perdonar la vida a un insecto demostrándose que se ha "redimido", se encuentra con Lavinia y ambos se marchan caminando felizmente, dando una nueva oportunidad a la vida.
Película bastante curiosa y recomendable, cuenta con una buena labor de los protagonistas, comenzando por Ernesto Alonso, que da vida al personaje principal y ya trabajó con Buñuel en Abismos de pasión (1953), su particular versión de Cumbres borrascosas.

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A medianoche me llevaré tu alma/ A meia noite levarei a sua alma (1963):
El director Jose Mojica Marins, no ha sido muy conocido hasta hace poco fuera de Brasil, pero sin embargo en su país es una institución. Os recomiendo dar un repaso a su curiosa biografía. Creador de un personaje, Ze do Caixao (Jose del Ataúd sería la traducción al español y es conocido como Coffin Joe en el mundo anglosajón) que ha dado lugar incluso a cómics o series de TV.
Ze es un enterrador, una especie de encarnación del mal, siempre con su traje negro, capa, chistera y barba, con uñas larguisimas que el propio Mojica Marins se dejó crecer de verdad durante años (se comenta que en una comparecencia publica, un seguidor le arrancó una creyendo que eran postizas), todos le temen y es capaz de las peores crueldades. Esta es su primera comparecencia en la gran pantalla: hay que decir que los presupuestos de sus producciones eran ínfimos y montó su primer estudio nada menos que en un gallinero. Para hacer este film empeñó todas sus propiedades.
Nada más empezar, aparece una hechicera que nos advierte para que no veamos la película y que mejor nos vayamos a casa. Los que decidan verla, se encontrarán con el gore mas delirante, casi pionero, pues se trata de una producción de 1963, donde tantas dosis de sangre y vísceras aún no eran habituales. La excusa argumental (Ze do Caixao busca una mujer para perpetúar su maldad con un descendiente, ya que su esposa es estéril) no es demasiado relevante, como en ninguna de sus creaciones.
Mojica Marins continuó con su alter ego en Esta noche poseeré tu cadáver (1967) o Delirios de un anormal (1970), que hace honor a su título.

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El asesino del taladro/ Driller Killer (1979): Abel Ferrara, director algo sobrevalorado, es otro realizador de la escuela neoyorquina que podría ser una version degradada de Martin Scorsese. En realidad, las temáticas de sus primeras películas no difieren mucho, con la diferencia que en Driller Killer se opta por una estética feísta y desagradable que trata de impactar al espectador menos avezado (con exceso de violencia y efectismo) y que será una constante en su carrera (que incluye una versión de La invasión de los ladrones de cuerpos) a veces más lúcida, pero ahora en decadencia. Aquí, además, Ferrara asume el papel de actor protagonista, aunque con el seudónimo de Jimmy Laine.
Ferrara/Laine incorpora a un pintor que tiene problemas para acabar un cuadro que espera sea su obra maestra (tal vez un reflejo del propio autor), debido a múltiples problemas: sus compañeras de piso no pagan su parte, tiene de vecinos a una banda de punk que no paran de armar ruido y bronca (hay que tener en cuenta que es la epoca del apogeo de este sonido en N.Y., del club CBGB, de The Ramones, Blondie, Talking Heads, Television... la ciudad debía ser un hervidero de nuevos sonidos y grupos en aquel momento), y demás perturbaciones varias.
Un día, en un programa tipo Teletienda, observa el anuncio de un taladrador y piensa que puede ser una solución a su falta de inspiración. Asi que comenzará una especie de limpieza de la ciudad, de los que él considera responsables, un poco al estilo de Travis Bickle, el personaje de Robert De Niro en Taxi Driver (1976), pero con tonos mas gore y sucios, si bien se plantea muchas veces como algo que puede estar en la mente del protagonista. A mi juicio, resulta pretenciosa y discutible, y ha tenido un remake en 2008 que no conozco.

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Burning moon (1992): Si han llegado hasta aquí y aún quieren mas, cerraremos con algo de Olaf Ittenbach, uno de los mas célebres practicantes de ese subgénero llamado gore alemán, y que tuvo escasos momentos de mucho éxito, fundamentalmente, si la incluimos ahí, la saga Nekromantik, de Jorg Buttgereit.
Ittenbach, que empezó con 20 años a hacer el gamberro con Blackpast (1989), de producción casi casera, y que perpetró con posterioridad cosas como Premutos (Premutos, der gefallene Engel, 1997), realizó entre ambas esta, su segunda pelicula y quizá su obra más conocida.
En ella, un joven heroinómano que se queda una noche al cuidado de su hermana pequeña, decide contarle dos enternecedoras historias:
En la primera, una chica descubre que su novio es un psicótico cuando le invita a casa y se carga a su familia.
La segunda narra la historia de un sacerdote fanático que secuestra y sacrifica jóvenes, para supuestamente, salvar almas.
Si han visto alguna de las películas de Ittenbach, ya saben lo que les espera en cuanto a excesos fundamentalmente hemoglobínicos.


Feliz noche.

miércoles, 8 de octubre de 2008

LEMORA, UN CUENTO SOBRENATURAL (1973)

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Hoy voy a dedicar un breve y modesto recuerdo a una película poco conocida en España y menos aún recordada, pero que contiene suficientes elementos para ser elevada a la categoría de cult movie. A diferencia de otros films de los que hablo aquí, no tengo un recuerdo reciente de ella, más bien todo lo contrario, por lo que en este caso solo daré breves apuntes, pero me parecía lo suficientemente importante para dedicarle este espacio.

Su titulo original era Lemora, a child's tale of the supernatural, aunque en algunos países se conoció como Lemora, poseída del diablo e incluso Lemora, Lady Dracula.

Su realizador, Richard Blackburn, no dirigió más películas (únicamente algunos episodios de la serie Tales from the darkside), y este hecho sorprende viendo los resultados de su ópera prima. Además fue autor del guión de la curiosa ¿Y si nos comemos a Raul? (Paul Bartel, 1982).

Básicamente lo que aquí se plantea es el enfrentamiento entre el bien absoluto, encarnado en la virginal adolescente Lila Lee (Cheryl "Rainbeaux" Smith), cantante en el coro de la iglesia local y Lemora (Lesley Gilb), una vampiresa que ejerce el papel de polo opuesto, con todo lo que ello conlleva.

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Por cierto, la mencionada actriz protagonista, Cheryl Smith, falleció prematuramente en 2002 por problemas con las drogas que ya venían de muy atrás, mientras que Lesley Gilb no volvió a hacer cine nunca más. Esto unido a lo antes comentado acerca del director y a los problemas de censura y distribución que tuvo Lemora, la convierten en un producto con un aura de malditismo que refuerza aún más su carácter de producto singular.

La trama argumental nos presenta a la mencionada Lila Lee, que ha sido criada por el párroco local (que siente por ella algo a medio camino entre la admiración por su virtud y cierta fascinación reprimida), ya que su madre fue asesinada por su padre al hallarla con su amante, y como consecuencia de ese acto, huyó del lugar.
En su fuga, llegó al pueblo de Asteroth (significativo nombre), donde unos vampiros salieron a su encuentro.

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Años después, Lila recibe una carta presuntamente de su progenitor, que le solicita que acuda para recibir su perdón en el lecho de muerte. En el viaje, tras toparse con extraños personajes, se repite la misma circunstancia que ocurrió años atrás, y tras ello, la joven aparece en casa de Lemora, que dice ser la anfitriona del lugar.

Llegados a este punto, nos encontramos con extrañas situaciones y amenazas, añadiéndose a ello los trucos y trampas que Lemora utiliza para pervertir la virtud de la joven y corromper su alma, atrayéndola al mal. Algo que nos recuerda la esencia de cuentos como Blancanieves, Caperucita Roja, Alicia a través del espejo o a la trama de películas posteriores como En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984).

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Aunque inicialmente la natural bondad de Lila le hace confiar en Lemora, pese a saber que se encuentra ante un ser maléfico y sobrenatural, luego las cosas cambiarán, derivando a un extraño final.

Nos encontramos, pues, ante una metáfora de la perdida de la inocencia y un viaje iniciático, un cuento macabro pero extrañamente bello, con unas excelentes ambientación y fotografía, plena de lenguaje simbólico y oscura poesía.

No encontré un trailer de la película, pero sí este video con imágenes de la misma, que me sirve como cierre de esta reseña.

LA TORRE DE LOS 7 JOROBADOS (1944)

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La verdad es que desde la primera entrega de Fan-cine fantaterrorífico no había vuelto a hablar de ninguna película anterior a los años 60, y considero que este era el momento para ello, pues además, La torre de los 7 jorobados supone una agradable rareza dentro de la historia del cine español, y más teniendo en cuenta la época en que fue rodada.


Su director, Edgar Neville (1899-1967), fue uno de los artistas mas multidisciplinares y polifacéticos (pintor, escritor, dramaturgo, realizador...) en la España del siglo XX. De origen aristocrático y padre inglés, tras estudiar derecho y llegar a estar incluso alistado en los húsares del ejercito (donde duró poco por cuestiones de salud), se relacionó con la intelectualidad española y con varios miembros de la generación del 27, aunque cuestiones de tipo ideológico y el dedicarse fundamentalmente al género humorístico y cinematográfico han hecho que no se le incluya entre sus miembros.
Estuvo muy vinculado a la localidad valenciana de Alfafar, donde pasó gran parte de su infancia viviendo en el palacete de los Romrée, su familia materna, lugar en el que hoy se incluye un museo a su nombre.

Tras esta primera etapa, decide dedicarse a la diplomacia, y destinado en Estados Unidos, conoce a mucha gente de la industria cinematográfica, entre ellos Charles Chaplin, llegando a realizar incluso una pequeña aparición en su film Luces de la ciudad (City lights, 1931), siendo contratado por la MGM como guionista y dialoguista.

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Una vez de retorno a España, fue uno de los primeros cultivadores del cine de género en nuestro país, lo que hasta los años 60 fue una rara avis, realizando hasta tres películas que cabría destacar: La vida en un hilo (1945), El crimen de la calle Bordadores (1946), en las que tocó el fantástico y el negro, respectivamente, y la que hoy nos ocupa.


Algo olvidada y minusvalorada, La torre... destaca sobre todo por las influencias explícitas, en el aspecto estético, del expresionismo alemán, y por un argumento que aúna terror, fantástico, policíaco, aventuras, folletín, cine de época y un cierto tono casticista propio de las producciones nacionales de la postguerra (no olvidemos que el teatro inspirado en el sainete era un género muy cultivado en aquel momento, tanto por el propio Neville como por autores próximos a él, como Mihura o Jardiel Poncela).

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Basada en una novela de Emilio Carrere, aunque con cambios respecto al texto original, se sitúa en el Madrid del siglo XIX y trata de un perdedor, Basilio, interpretado por Antonio Casal, que mientras trata de cambiar su suerte (creo recordar que jugando en un casino) se topa nada menos que con el fantasma de un hombre tuerto que se materializa ante un espejo.
Dicho espectro pertenece al misterioso Robinson de Mantua, que tras demostrarle su origen ultraterreno haciéndole ganar en la ruleta, le conmina a investigar una conspiración criminal que realizan siete jorobados al mando de un siniestro doctor, en una especie de ciudad subterránea en el mismo corazón de la capital, a la que se accede a través de una antigua sinagoga.
Ahí también hallará a un extraño arqueólogo que al parecer reside allí investigando. Estos jorobados fueron responsables del asesinato de Mantua, y mantendrán secuestrada e hipnotizada a la sobrina de este, Inés, papel al que da vida Isabel de Pomés, una de las actrices mas bellas del cine español de aquellos años, de la cual el protagonista está enamorado.

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Lo mejor es esa combinación de diferentes elementos y el hecho de ser un producto ajeno al cine de la época (e incluso al que se realizaría en años muy posteriores), así como los decorados de la guarida de los jorobados, para los cuales se contó con profesionales alemanes que habian trabajado en el cine expresionista de los años 20.

Sólo por cosas como esta merece la pena reivindicar la película, aunque en otras cuestiones adolezca de cierta ingenuidad o de tics propios de cualquier film español de aquellos años, recurriendo al inevitable happy end, reflejo de las influencias del cine hollywoodiense donde comenzó Neville.