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lunes, 22 de junio de 2009

EL OTRO (1972)

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Durante la edición de 2008 del festival Cinema Jove, celebrado en Valencia, se incluyó una sección llamada Cuadernos de rodaje, en la que se proyectaron una serie de películas al aire libre que habían sido seleccionadas como favoritas suyas por dos directores, Jaume Balagueró y el valenciano Paco Plaza, que son de los mejores cultivadores que hay actualmente en España dentro del género que nos ocupa.

Pues bien, una de esas películas era El otro.

Este hecho devolvió este film a mi memoria y me hizo recordar que, si hay una serie de títulos de los que debería hablar aquí, The other es, indudablemente, uno de ellos. Tanto por su consideración de película de culto como por haber sido vista por mi en una edad en la que te causa una impresión que no puedes olvidar.

Después de entonces, pocas veces ha sido emitida por ningún canal de televisión, la última reposición fue hace ya bastante tiempo y descubrí que muchas escenas seguían conservando intactas su capacidad de impacto, pese a no ser un producto de terror al uso. Curiosamente, hoy en dia es una pelicula un tanto olvidada y considero que infravalorada.

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Detrás de este film se encuentra el gran director Robert Mulligan, autor de otras obras maestras como Matar un ruiseñor (1962) o Verano del 42 (1971), curiosamente, tambien vinculadas como El otro al universo infantil o adolescente. Sin embargo, se trata de un realizador que no tiene el reconocimiento que merece, probablemente por situarse en un momento de transición o cambio estilístico del cine, quedando su narrativa a medio camino entre el clasicismo y los cambios estéticos o de producción que se estaban sucediendo (de hecho, Mulligan fue premiado en el Festival de Sitges con la Medalla de Oro como mejor realizador por este film, y el crítico italiano Carlo Frabeti mostró su desacuerdo por no considerarlo "politicamente comprometido").

Basada en una novela de éxito del actor reconvertido a escritor Tom Tryon, la película se situa en los años 30 del siglo pasado en una zona rural de Connecticut (creo que los personajes son de origen europeo; eslavo o nórdico), en un paisaje aparentemente idílico, entre enormes cosechas y un ambiente soleado, que, sin embargo, a pesar de parecer excesivamente colorista para la situación narrada, sirve para potenciar el aspecto onírico y de pesadilla en el que nos vamos sumergiendo con una lenta placidez, lo que hará que la contundencia de las situaciones e imágenes que poco a poco se nos van a mostrar nos golpeen con mayor fuerza. A ello contribuyen la excelente fotografía del operador Robert Surtees y la partitura del prolífico Jerry Goldsmith.

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En este escenario, nos encontramos con dos hermanos gemelos, Niles y Holland, que tras el fallecimiento de su padre, son criados por su abuela Ada (imponente la labor y la presencia de la veterana actriz de origen alemán Uta Hagen), dado que su madre, por algún motivo que inicialmente desconocemos, pero que será clave en la pelicula, vive recluida en su habitación, sin levantarse de una silla y en un estado casi catatónico. Niles, tal vez para evadirse de este ambiente mortecino y depresivo, es un niño imaginativo que pasa mucho tiempo al aire libre. Al parecer, ha heredado algún tipo de poder telequinético de su tutora, lo que ellos llaman "el gran juego", según el cual puede mirar a traves de algunos animales como los pájaros y sentir sus mismas sensaciones en ese momento.

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Pero así como Niles es un niño ejemplar, su hermano (mayor) es la maldad personificada: no gusta de la compañía de su familia, y prefiere refugiarse en un oscuro ático, donde trama "travesuras" contra la voluntad de su hermano, al que domina, y que es quien finalmente recibe las regañinas. Lo que ocurre es que las consecuencias de las acciones de Holland empiezan a exceder de cualquier control y comienzan a derivar en hechos trágicos.
Es entonces cuando su abuela tendrá que empezar a actuar, cuando descubrimos que nada es lo que parecía, que existe un terrible secreto que el espectador no conocía hasta ese momento; y Ada debe mostrar a Niles una verdad que él no ha asumido (¿o se trata de otra cosa?) y que requerirá una decisión drástica, aunque sea demasiado tarde.
Todas estas últimas claves, obviamente, no voy a revelarlas porque desvelaría la trama completa de la película. Aunque algunas cuestiones quedan abiertas al espectador.

Pese a no contener violencia explícita ni excesos sangrientos, pero llena de imágenes inquietantes y perturbadoras, se trata de una joya que causará en cualquier espectador una impresión inolvidable, algo difícil de ver en el cine actual y más en el de terror, y se anticipó, con su estilo propio, a una sucesión de títulos protagonizados por niños malignos que invadirían las pantallas durante los años siguientes.
Añado un extenso trailer en inglés de la película, pese a que cae en el defecto, mas propio de nuestros dias, de contar gran parte de la trama; pero puede ser orientativo para aquellos que no la conozcan.

domingo, 31 de agosto de 2008

PICNIC EN HANGING ROCK (1975)

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El sábado 14 de febrero de 1900, un grupo de alumnas y tres profesoras del selecto colegio femenino Appleyard, del pueblo de Wooden, cerca de Melbourne (Australia), salieron de excursión a Hanging Rock, una formación rocosa de origen volcánico y vinculada antiguas civilizaciones, plena de tintes mágicos y esotéricos. A lo largo del día, transcurrieron varios hechos insólitos. Los relojes se detuvieron, maestras y alumnas cayeron dormidas... Pero durante ese intervalo, cuatro de las excursionistas que habían salido a visitar las piedras colgantes desaparecieron, y a tres de ellas nunca más se las volvió a ver, sin que hubiera jamás rastro alguno de su paradero.

Esta historia, supuestamente real, aunque no pasa de leyenda urbana, con algunas incongruencias incluidas (sin ir mas lejos, el día de San Valentín de 1900 no cayó en sábado) y recogida por la escritora Joan Lindsay en una novela homónima, es la base argumental de Picnic en Hanging Rock, una de esas películas de culto que en los últimos tiempos parecen reivindicarse con fuerza, después de bastante tiempo injustamente olvidada.

Dirigida por el australiano Peter Weir, que comenzó moviéndose claramente en el terreno del fantástico, con films como el fallido Los coches que devoraron París (1974), pero, sobre todo, con la película que nos ocupa y con la posterior La última ola (1978) en la que, al igual que en esta, subyace el tema de los contrastes entre la cultura, tradiciones y supersticiones de los aborígenes de su país y la civilización de los colonos occidentales, así como en la confrontación entre dos realidades paralelas, la del mundo real y la de otro onírico y secreto que convive junto al nuestro.

Después de estos interesantes inicios, Weir hizo dos incursiones en un cine de trasfondo bélico, las cuales también sirvieron como lanzamiento definitivo del Mel Gibson post Mad Max, como fueron Gallipolli (1981) y El año que vivimos peligrosamente (1983), antes de que el director pasara a integrarse con todas las de la ley en la industria de Hollywood, convirtiéndose allí en un simple realizador de cine comercial con mayor o menor fortuna (normalmente lo segundo): Unico testigo, El club de los poetas muertos, La costa de los mosquitos, El show de Truman o Master and Commander son algunos ejemplos.

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La película que nos ocupa se estructura en los elementos anteriormente narrados, presentando Hanging Rock como un paraje inicialmente inquietante, pero que deriva hacia lo terrorífico sin ningún tipo de artificio, simplemente con la predominante sensación de irrealidad, la excelente música de Bruce Smeaton y George Zamfir y la fotografía de Russell Boyd. Pese a no aclarar el misterio (de hecho en la posterior versión del director, lanzada en DVD en 1998 se suprimen 7 minutos de metraje para incrementar el enigma), se nos presenta la formación geológica como posible puerta de tránsito a otro mundo u otra dimensión incapaz de ser descrita, cuyos detalles revela la única chica rescatada por Michael, uno de los escasos personajes masculinos, que es quien logra sacarla de allí; detalles que no son contados al espectador, aunque se da a entender que éstos no pueden ser aceptados por la razón humana.

Todo ello es el telón de fondo para la soterrada relación lésbica entre dos alumnas: la tímida Sara que nunca revelará sus sentimientos por la otra, la enigmática Miranda, motor de la historia y que será una de las desaparecidas, no pudiendo superar la pérdida su compañera.

El film comienza con una cita de Poe, muy al hilo de lo comentado, y que me sirve para cerrar esta reseña: Todo lo que vemos y lo que parecemos no es más que un sueño dentro de otro sueño.