viernes, 27 de junio de 2008

UN RECUERDO PARA STAN WINSTON

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La semana pasada nos sorprendía la noticia del fallecimiento de Stan Winston, seguramente no el mejor, pero sí uno de los grandes en efectos especiales visuales y de maquillaje de los ultimos tiempos. Aún estaba reciente el estreno de su último trabajo, Iron Man.

Nacido en 1946, Winston se graduó en Bellas Artes en la Universidad de Virginia, su estado natal, y aunque inicialmente quiso ser actor, inició un aprendizaje como meritorio en la casa Disney en la labor de maquillador, especialidad en la que se curtió en trabajos televisivos, y fue incrementando progresivamente su aportación a los F/X, hasta que, a fines de los 70, en The Wiz (Sidney Lumet, 1978), musical protagonizado por Michael Jackson, realiza sus primeras creaciones con marionetas y muñecos animados mecánicamente.

A partir de ahí se consagra a la especialidad tanto en productos muy comerciales como en otros de serie B.
Tras The exterminator (James Glickenhaus, 1980) o Muertos y enterrados (Gary A. Sherman, 1981), recibe una nominación al Oscar por su labor en Heartbeeps (Allan Arkush, 1981). Por fin, en 1982 interviene en su primer trabajo de verdadera entidad y en seguramente mi película favorita de todas aquellas en que ha colaborado: La cosa (The thing) de John Carpenter.

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A partir de ahí: Terminator 1 y 2 (ésta ultima le valió 2 Oscars), Aliens (otro Oscar), Depredador, Eduardo Manostijeras, Batman vuelve, Entrevista con el Vampiro, Pequeños soldados, Inteligencia artificial, Big Fish y otras muchas, que por error u omisión no figuran, llevan el sello particular de Winston.

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También hizo una incursión como director con un producto de serie B que en su momento no funcionó pero que ha pasado a ser un film de culto, Pacto de sangre ( Pumpkinhead, 1988), por supuesto responsabilizándose él mismo de todos los efectos visuales y de maquillaje. Por esta película tuvo que renunciar a hacerse cargo de la tercera entrega de Pesadilla en Elm Street, que finalmente recayó en manos del realizador Chuck Russell.

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Pese a estar mucho más cerca del mainstream durante gran parte de su carrera, quizá en contraposición con las habituales temáticas de mis textos, por su aportación al cine fantaterrorífico y muchos de los titulos en los cuales ha trabajado, merece este humilde recordatorio y mucho más.

martes, 17 de junio de 2008

SHERLOCK HOLMES (Y H.G. WELLS) VS. JACK EL DESTRIPADOR

Durante estos días he escuchado hablar en algunos medios sobre los 120 años que se cumplen ahora de los crímenes de Jack el Destripador ; no es mi intención tratar el tema, pues para eso ya proliferan hoy día como hongos múltiples programas en radio y TV sobre misterios varios y conspiraciones.
Pero estas referencias me han hecho acudir a mi videoteca particular para recuperar un título que había dejado un tanto olvidado, y seguramente de forma injusta: Asesinato por decreto (Murder by decree, 1978), del irregular Bob Clark.

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Aunque ha habido muchas películas que han tratado el tema, aquí nos hallamos con la particularidad de verlo enfrentado a un personaje de ficción como Sherlock Holmes; por cierto, no es la primera vez que esto ocurría en la pantalla grande, ya se hizo en 1965 en la modesta producción inglesa Study in terror, aquí traducida desafortunadamente con el poco imaginativo Sherlock Holmes contra Jack el Destripador.

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Y también nos hemos encontrado numerosos textos que jugaban con esta posibilidad, como los libros de John Gardner.
Es curioso que Conan Doyle no sintiera la tentación, habiendo conocido el caso en primera persona, de utilizar esta historia en alguno de sus relatos.

En Asesinato... la interpretación de Holmes y Watson corresponde a Christopher Plummer y James Mason respectivamente. Para mi, Plummer merece un lugar de honor entre los interpretes del detective de Baker Street, aunque se obvie su actuación frente a las de Cushing, Basil Rathbone o Jeremy Brett en la excelente serie sobre el personaje creada por la británica Granada TV en los 80. El único pero son ciertas muestras de sentimentalismo y simpatía (que no ironía) de que hace gala en algunos momentos y que no conocemos en el Holmes literario, pero que pueden ser achacables al guión; por lo demás responde perfectamente, incluso en su caracterización fisica.

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Eso si, si la acción transcurre en 1888, no es correcto, cronológicamente hablando, el caracterizar a los dos protagonistas con una excesiva madurez en cuanto a la edad, mayor aún en el personaje de Watson (defecto habitual en todas las adaptaciones, por otro lado); hay que decir que en los relatos de Conan Doyle los personajes van envejeciendo a medida él escribía los relatos: Estudio en Escarlata, la primera aparición de Holmes, se publicó en 1887 y en ella nos encontrábamos al detective con treinta y tantos años, y a su compañero con algunos más, algo muy distinto a lo reflejado aquí.

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En general, el elenco de actores es impecable: junto a los mencionados, tenemos a Donald Sutherland como el médium Robert Lees, David Hemmings, Frank Finlay, Susan Clark o las breves apariciones de John Gielgud o Genevieve Bujold.
A destacar también la excelente recreación de las oscuras calles de Whitechapel y del Londres victoriano (escalofriante la visita al sanatorio mental).
Por lo demás, la pelicula incide en las teorias de conspiración que popularizó Stephen Knight, que implican a la monarquía británica en los crimenes, y que llevaron al cómic con argumento similar (sin Holmes) Eddie Campbell y Alan Moore en From hell, después llevada al cine por los hermanos Hughes en 2001, de manera parcialmente decepcionante, con happy end y sentimentalismo incluido.

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Recientemente hemos sabido que se prepara un retorno de Sherlock Holmes a la pantalla grande. Pero las perspectivas son poco halagüeñas, en primer lugar porque el director encargado va a ser Guy Ritchie, y después porque se va a tratar al personaje con la perspectiva “americana”, alejada de la visión literaria, de presentar al detective mas como un aventurero u hombre de acción, visión que ya daban las películas protagonizadas por Basil Rathbone en los años 40 (pese a la buena valoración de este actor incorporando al personaje) y que fue la utilizada en aproximaciones sui generis como El secreto de la pirámide (Young Sherlock, 1985), dirigida por Barry Levinson, y que planteaba un encuentro entre Holmes y Watson en la adolescencia, presentando al futuro habitante del 221 de Baker Street como un avezado espadachín y al estilo Indiana Jones, desmantelando una secta de origen egipcio que se había establecido en el subsuelo de Londres.


No mucho después de Asesinato por decreto, en 1980, Nicholas Meyer (otra vez no el mejor director posible) dirige Los pasajeros del tiempo (Time after time).

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El atractivo punto de partida es que el escritor H.G. Wells ha construido realmente la máquina del tiempo que inventó en uno de sus famosos libros, y la presenta en una reunión a un grupo de eminentes amigos, pero resulta que uno de ellos, el Dr. John Leslie Stevenson, no es otro que Jack el Destripador, dato que desconocemos hasta ese momento (atención al prólogo de la pelicula, que nos remite al cine de terror puro y duro, es imposible sugerir más con menos).
Descubierto éste por la policía, huye en la máquina del tiempo hasta el San Francisco de nuestros días.

H.G. Wells, de ideas socialistas en base a las cuales imagina un futuro utópico, decide emprender ese mismo viaje creyendo hacerlo a una sociedad ideal.
Una vez se produce el primer encuentro de ambos personajes en el “futuro”, Jack/Stevenson plantea a Wells delante de una pantalla de TV en la que se emiten noticias sangrientas, que alguien como él, que podía llamar mucho la atención en 1888, hoy en día solo es uno más, pues el mundo ha evolucionado a una sociedad violenta e impersonal y no a lo que aspiraba el escritor.

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Hasta aquí lo mejor del film, porque luego surge la inevitable historia romántica, creo que innecesaria en este caso, y que desluce algo un producto de ciencia-ficción hasta ese momento más que interesante, evolucionando hacia un relato más convencional, con enfrentamiento entre bueno y malo, y chica en peligro en medio. No obstante, me sigue pareciendo recomendable (recientes planteamientos basados en "La máquina del tiempo" como la versión dirigida no hace mucho por Simon Wells, nieto del autor, con Guy Pearce y Jeremy Irons, han resultado penosos).

A destacar la interpretación del eficaz secundario británico David Warner (habitual en muchas pelis del Free Cinema inglés de los 60 o en algunas de Peckinpah) como el Dr. Stevenson, a Malcolm McDowell alejado de sus registros habituales como un H.G. Wells algo ingenuo y sentimental, los efectos especiales artesanales que remiten a El tiempo en sus manos (The time machine, 1960) de George Pal o, por último, la música de Miklos Rozsa, autor húngaro habitual en muchos clásicos del Hollywood de los años 40 y 50 y que hizo aquí uno de sus últimos trabajos cinematográficos.

domingo, 1 de junio de 2008

THE Z FILES: RETORNO DESDE LA 5ª DIMENSION (1978)

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Para variar un poco, y evitar posibles acusaciones de cargar excesivamente las tintas en esta sección The Z Files contra determinado cine fantaterrorifico español e italiano, hoy voy a introducir un título de la poderosa industria norteamericana.

El caso es que no se puede hablar de una serie Z propiamente dicha, sino más bien de una serie B, eso sí, mala.

Malísima, en realidad, diría yo, no sé si de lo peor que comentaré por estas páginas, porque eso es difícil de discernir, pero, ¡en fin!, The Manitou (título original, los distribuidores otra vez haciendo de las suyas, aunque esta vez por lo menos le pusieron imaginación en la traducción) cumple el objetivo de ser lo suficientemente deleznable y de poder echarnos unas risas durante su visión.

Fue la última película del director William Girdler, fallecido prematuramente en 1978 en un accidente de helicóptero, y que ya contaba con gloriosos precedentes como Abby (secuela blaxplotation de El exorcista que incluso fue acusada de plagio por su similitud con la peli de Friedkin), Asylum of Satan o Grizzly (una más con animal o bicho asesino, en este caso un gran oso, y que fue su mayor éxito comercial).

Basada en un best-seller (hay que ver lo que lee la gente, en vez de dedicar su tiempo a Dostoievski o Flaubert) de la época, obra de Graham Masterton y protagonizada por un Tony Curtis al que los mejores momentos de su carrera le quedaban ya muy lejos, y que pone cara de ¿yo que hago aquí? durante todo el metraje.
En la peli que hoy nos ocupa, interpreta a una especie de vidente que se dedica a engañar ancianitas, y que se encuentra con que a una amiga (no me pregunten por la clase de relación que mantienen, no sé si se explica en algún momento) le han detectado una especie de tumor en la columna vertebral, más o menos debajo de la nuca. Por cierto, la amiga es Susan Strasberg, la hija del fundador del Actor's Studio, que intenta demostrar ser una supuesta gran actriz todo momento, pese al bodrio en que se encuentra metida.

Bueno, hasta aquí todo más o menos normal. Pero el caso es que el tumor resulta ser una especie de feto y no sólo no responde a los tratamientos sino que, simultaneamente, las máquinas del hospital se estropean y demás anomalías. A todo esto, una de las clientas de Tony Curtis se pone a bailar la danza de la lluvia ante sus ojos y a levitar, y se cae (o se tira) por las escaleras.

No se porqué, nuestro protagonista relaciona esto con lo del tumor o feto, y empieza a investigar por su cuenta. En una especie de sesión de espiritismo en casa de una poco creíble gitana, además casada con un escocés (?), e interpretada por la actriz Stella Stevens, emerge una cabeza de la mesa, y en otra consulta con un experto, se le recomienda que hable con un hechicero indio (tal vez el mismo que hace ese papel en todas las pelis).

Bueno, pues resulta que el feto, que además crece muy deprisa, es la reencarnación de un manitou bastante malvado por lo visto, cuya llegada supone más o menos el fin del mundo, y tendrán que enfrentarse a él (por supuesto, este piel roja malo acaba renaciendo, y por cierto, no sé si por los tratamientos a los que es sometida su portadora o porque era así en origen, sale muy bajito, feo y cabezón).

No voy a contar más, pero decir que el final supera ampliamente todo esto. Como apunte, la música corresponde al argentino Lalo Schiffrin, ex músico de jazz y autor de muchos scores en la época, también para TV, realizando aquí uno de sus trabajos más anodinos.

Os dejo con el trailer, que si he podido encontrar, para que os hagáis una idea.

"¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELECTRICAS?" VS. "BLADE RUNNER"

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"Me confieso admirador de la literatura de Philip K. Dick, tal vez por eso me he convertido en un trastornado".

Esta frase se la escuché una vez a Antonio Gasset, ex director y ex presentador del programa Días de Cine, en TVE, y no sé si suscribirla.
Hablando en serio, si es que lo hacemos alguna vez, Philip K. Dick (la K significa Kendred) es considerado uno de los mas grandes autores del género fantástico en la segunda mitad del siglo XX, pionero en la creación de ambientes futuristas decadentes y realidades paralelas, en un momento en que la ciencia-ficción caminaba por otros derroteros.
Su producción de novelas es muy profusa, y mas aún la de historias cortas, muchas de ellas publicadas en revistas fantásticas de medio pelo y con seudónimo (hasta épocas recientes no ha sido un autor reconocido).

Quería centrarme en su novela mas famosa (con permiso de su relato corto Minority report, llevado al cine no hace mucho por Spielberg), ¿Sueñan los androides con ovejas electricas? (Do androids dream of electric sheep), conocida fundamentalmente por ser inspiradora de uno de los títulos básicos de la ciencia-ficción de los últimos 30 años, Blade Runner, dirigida por Ridley Scott en 1982 (año de fallecimiento del escritor, por cierto).

Y ahí es donde quería entrar yo. La novela (que incluso llegó a publicarse con el título Blade Runner, por cuestiones de marketing, con posterioridad al estreno de la película, cuando ese término no aparece en ningun momento en el libro), como suele ser habitual en las adaptaciones, por otro lado, y sin ser demasiado compleja (se puede leer en un par de tardes libres) contiene muchos elementos inéditos en el cine, y viceversa, se inventan cosas que Dick no refleja en el libro. Yo me reconozco admirador de Blade Runner (no siempre fue así, y en todo caso prefiero la versión original y no retocada), pero tal vez mas de Sueñan...?, eclipsada por su versión en pantalla grande.

Lo que quería hacer hoy es, tanto para el que conozca el texto como para el que no (esto es mas difícil pues se pueden revelar hechos trascendentes de la trama), resumir un poco las diferencias entre ambos. Y aviso a los interesados en leer la novela, por si acaso piensan que en la lectura del siguiente texto pueden hallar demasiadas claves sobre la misma.

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Voy a empezar por algunas cuestiones formales, que son las menos importantes:

- En el libro, la acción transcurre en 1992 y en la película en 2019, aunque esto es lógico dado que se escribió en 1968.
- La acción se traslada de San Francisco a Los Angeles.
- El personaje de Deckard es casado en el libro, en la película divorciado.
- Lo del término Blade Runner ya lo he mencionado, en todo caso se habla de bounty hunter en la versión original, cuya traducción vendría a ser algo así como cazarrecompensas.
- El término Replicante para referirse a los androides tampoco aparece, en la traducción española a veces se refieren despectivamente a ellos como andrillos.
El androide Roy Batty está casado en el libro (no con Pris); en el texto el número de replicantes es mayor.
De todas formas algunos de sus nombres, así como el de otros personajes, también es distinto (por ejemplo T.R. Sebastian, que en la novela se llama Isidore).
Se utiliza el término Kippel para referirse a las cosas inservibles que invaden las ciudades, pero esto puede ser una concepto imaginario del personaje de Isidore.

Respecto a la ambientación, o situación reflejada: En la novela, tras una Guerra Mundial, la Tierra ha quedado cubierta de polvo radiactivo. Esto ha provocado que gran parte de la población huya a Marte (cuando en la película se da a entender que sigue habiendo superpoblación), algo que es fomentado por las propias autoridades (la ONU regala al que lo haga un androide, aquí entendido como ser biológico creado artificialmente y no como un robot mecánico), aunque esto se le prohibe a algunos que han quedado afectados geneticamente por la radiación, son los llamados despectivamente cabezas de chorlito (el personaje de Isidore/Sebastian lo es en el libro, mientras que en el film es un diseñador de androides con una extraña enfermedad que acelera el envejecimiento), que han visto dañada su inteligencia; pero el polvo produce enfermedades y otros peligros (los hombres usan protectores genitales para evitar quedar estériles por la radiación). Visto eso, la mayoria de las ciudades presentan un panorama solitario y decadente.

El polvo radiactivo ha provocado también la desaparición de los pájaros y gran parte de las especies animales. Así pues, tener un animal, del tipo que sea, es considerado como una acción humanitaria y un simbolo de rango social. El valor de estos se basa en un manual que indica el precio de cada uno. Logicamente, los pájaros y aves son los mas difíciles de hallar (y por tanto mas caros). Muchos de estos animales son artificiales, sin embargo, es de mala educación preguntarle al vecino o al amigo si sus mascotas son mecánicas. Esto tambien hace que proliferen las compañías de creación y reparación de animales creados artificialmente.
Todos estos detalles son obviados en la película.

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Del mismo modo, en el libro también se habla de la Caja de ánimos Pender, una especie de máquina con la cual se programa el estado anímico.

Igualmente es trascendental el Mercerismo, una especie de doctrina religioso-filosófica que es la seguida por la mayoría de terrícolas o al menos por los que aparecen en la novela. Se basa, como el cristianismo, en un ciclo vida-muerte-resurrección y se inspira en la figura de Wilbur Mercer, un hombre que vivió antes de la Guerra, que tenía la facultad de revivir animales, algo que le fue anulado por unos funcionarios al suprimirle una parte de su mente. Mercer descendió a una especie de infierno llamado Mundo Tumba para revertir el mal sobre la Tierra, y en su eterno retorno por una empinada cuesta (algo que también remite a algunos mitos griegos), sus adversarios le arrojaban piedras.
Los humanos poseen unas cajas de empatía eléctricas en las cuales, siguiendo al Mercerismo, deben compartir su tristeza o alegría para equilibrarse con aquellos usuarios que estén en la situación contraria. En esta caja se proyectan imágenes de Mercer e incluso se pueden sentir fisicamente el efecto de las pedradas que le pegaban a este en su resurrección.

Esto me sirve para enlazar con la figura del Amigo Buster, el conductor de una especie de programa de entretenimiento que emite a todas horas la TV. El amigo Buster critica el Mercerismo y llega a descubrir que el personaje de Wilbur Mercer que aparece en las proyecciones de las cajas de empatía, es en realidad un actor actualmente alcohólico que rodó esas imágenes en un estudio de Hollywood antes de la guerra.
En un momento del libro se revela que Buster es en realidad un androide, de ahí que pueda realizar un programa de 24 horas, 7 días a la semana, y probablemente eso explica su oposición al Mercerismo, ya que una de sus bases doctrinales es la empatía, algo que distingue humanos de androides.
Todo esto que es muy importante en el texto, no se menciona nunca en la película, aunque se recurre a alguna simbología cristiana, como la paloma que vuela al final.



Aspectos personales:

En la novela hay un test llamado de Voigt-Kampff, similar al que se utiliza en la pelicula, para descubrir si alguien es un androide en funcion de determinadas respuestas emocionales. Se da a entender que Deckard es un humano, al contrario que en la versión filmada.
Ademas los androides tienen la capacidad de suicidarse con solo contener la respiración, por diferencias con el nervio vago que poseen los humanos.
En la novela, los androides no oponen ninguna resistencia cuando se ven cazados y se limitan a esperar su muerte, al contrario que en la película, donde se generan a causa de ello múltiples escenas de acción.
La replicante Luba (creo que Zhora en la película) es aquí una cantante de ópera, cuya retirada causa conflictos morales a Deckard; en el cine es una especie de bailarina exótica.
La relacion de Deckard y Rachael es mas intensa y romántica en la película. En el libro, las androides Pris y Rachael son físicamente iguales. En la versión cinematográfica esto no es así, de hecho están interpretadas por Sean Young y Daryl Hannah, dos actrices que no se parecen en nada.

Estas son, y puede que me deje alguna, las diferencias entre novela y película.
En todo caso recomiendo ambas, pues creo que no he contado tanto como para que aquellos interesados que aún no las hayan descubierto lo hagan. Y si quieren introducirse en Philip K. Dick, les recomiendo, aparte de este, El hombre en el Castillo, su primer libro. Lo demás ya es cosa suya.